Mucha sed y poca agua...

¡Tengo lectores! Gracias a facebook... Y a los lectores... ;-)
Entonces hoy voy a seguir con la cocina de una escritora de best seller que se quedó por el camino...
Un día fui al programa de televisión La sed y el agua, Canal 5, con la conocida (en Uruguay nos conocemos todos, no?) conductora Raquel Daruech. Otro de mis minutos de fama. ¡Qué emoción! Todo empezaba muy bien. La novela había salido de la imprenta y se estaba distribuyendo, pero todavía no se había presentado oficialmente, y Graciela, la editora, le había llevado un ejemplar a la Daruech, cruzando los dedos para que lo leyera y nos llamara. Pues bien, ¡lo hizo! Graciela me llamó con una voz luminosa: "Nos invitan de La sed y el agua, a la Daruech le gustó, y quieren que vayas vos, con Krisse y Gloria, y Fernando Frontán. ¡Qué momento!". Sí, se preguntarán, ¿pero la editora no se dirige con tono de voz superado, comunicándome las entrevistas en la tele como si yo fuera una estrella y ella como la empresaria más importante del mundo? Pues no, todo fue así en la elaboración de esta novela, algo que tuvo que ver con su karma y mucho que ver con el espíritu de todos los que habíamos participado en él. Con decirles que la corrección de estilo la hacíamos en el comedor de Graciela, tomando té con galletitas... Vuelvo entonces al relato, "¡Qué momento!" fueron las palabras de Graciela, que yo repetí como un mantra... Estábamos "dentro", dentro de la Matrix, o dentro del camino a la fama, dentro del mundo entero! Qué fantasías, fue lindo, y me basta acordarme para que me broten una vez más las burbujitas que sentía en esos momentos en el pecho.
Krisse y Gloria eran representantes de ATRU, Asociación de Travestis del Uruguay, que hoy día se llama Asociación Trans del Uruguay, que me parece mejor porque en un nombre más amplio. Travesti tiene que ver con la ropa. Ellas, si bien en su mayoría no se han hecho la cirugía para cambiar de sexo, llevan su identidad femenina impresa sobre toda la superficie de su ser, desde el maquillaje hasta las expresiones de sus rostros, manos y caderas. No son "travestis", son "trans" definitivamente... transgresoras tránsfugas. Qué lindo me quedó, pero no era de lo que estaba hablando, no? Sigo contándoles de Gloria y Krisse. Si quieren conocerlas, Gloria se corresponde con el personaje de Aurora, y Krisse con el de Karine. Tal cual. Unas campeonas de la vida. Unas señoras. Me acompañaron al Canal 5, que en el año 2006 todavía no había pasado por las reformas que se le hicieron más adelante y aún eran unos galpones vergonzosos donde cuando llovía los televidentes podían escuchar la lluvia golpeando sobre las chapas. Cuando había granizo, ni te digo! Había que suspender la programación en vivo y poner algún "tape" como se decía antes... Ahora no, está muy bonito por fuera, aunque no lo he visto por dentro. Igualmente no creo que haya cambiado mucho, miren el link Canal 5, que no tiene desperdicio, hasta "requechando" se llama el sitio, y los comentarios de los visitantes son todos "no puedo ver el canal online, ¿cuál es el problema?". En fin, en ese entorno fue mi primera aparición en la tele, WOW! Gloria y Krisse unas reinas, nos maquillaron a las tres juntas en uno de los galpones infames, pero bastante lindas quedamos! Tengo el "tape", pero en "tape" de verdad, es decir, en video cassette! Así que no lo puedo subir... Fernando Frontán, un caballero... una de las últimas veces que lo vi en su vida pública, antes de ordenarse ministro de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, fue uno de los centros de atención de esa entrevista, entre los cuales yo no estaba, jeje. La Daruech estaba más interesada en el buen mozo de Frontán y en hacer preguntas más o menos morbosas a Krisse y Gloria que en saber de la novela... Y eso que al comienzo se había declarado virgen...! Cuando nos vio entrar al estudio todavía semi-iluminado, se acercó riendo nerviosamente y frotando sus manos con una expresión de perturbación. Yo me preguntaba qué le pasaba a esta experiente periodista... Me dijo casi al oído, cómplicemente: "Es que, jeje, es mi primera vez con travestis, jeje". En fin, dejémoslo ahí, sobre todo si después de esa confesión se sumergió en preguntas poco espirituales. Con razón no estaba interesada en mí... lo que había querido hacer la novela, justamente, era descentrar al público de esa actitud de púber que mira por la ventana del vestuario... Con ella definitivamente no lo había logrado...
Hasta aquí, por hoy, mis andanzas por la tele. 
Ahora les dejo, para que conozcan más a Krisse y a Gloria, unos fragmentos sobre sus alter egos. Puedo hacer esta conexión entre realidad y ficción aquí, porque ellas siempre se mostraron orgullosas de sus personajes de ficción.

Desde el otro lado de la mesa, Paz me señaló con la palma de su mano extendida a la comisión representante de ATRU –la Asociación de Travestis del Uruguay–. Incliné la cabeza en señal de tímido saludo, y las sonrisas que me devolvieron fueron tan frescas y luminosas como las de mi abuela, que siempre estaba contenta y conforme con lo que el mundo le había dado. La misma sonrisa que ahora Aurora y Karin, representantes de ATRU, me regalaban, diría yo que hasta coquetamente. Paz me miraba, otra vez cómplice, por el rabillo del ojo al indicarme sus nombres, tal vez midiendo los movimientos de los músculos de mi rostro, que ella esperaría ver fruncido con sorpresa o desagrado. Yo, según lo pensé en un primer momento, seguí con la impresión de que la habitación estaba llena de mujeres.
Aurora, la presidenta, era una señora de unos cincuenta y pico o sesenta años, maquillada discretamente, con un cabello negro sobre los hombros que se armaba en bucles muy cuidados. Llevaba puesta una blusa oscura como las que usan algunas señoras de edad, y su forma de hablar pausada, delicada, si bien con una voz un poco enronquecida como la de una mujer que ha fumado toda su vida, me dio deseos de enroscarme en su regazo y decirle que estaba muy nervioso, que esa era la primera vez que traducía a yanquis, cara a cara
y para una ONG.
Karin rondaría los cuarenta. Si Aurora podría con seguridad caminar por la calle sin llamar la atención de los transeúntes, tal vez el caso de Karin era un poco distinto. Tenía un rostro anguloso, con un mentón y unos pómulos salientes, huesudos, que imaginé con un marco masculinizado y supe que habría hecho suspirar a cualquier mujer. A Karin sí que la mirarían por la calle como yo ahora, que me costaba sacarle los ojos de encima, por ese extraño encuentro entre ambos sexos que se daba en sus facciones. Pero tenía un cabello rojizo y ondulado que le rebasaba los hombros y un vestido entallado al cuerpo que dejaba al descubierto el comienzo comprimido de la separación entre las redondeces de sus senos, que yo estaba seguro dejaría sin aliento a cualquier hombre. Tenía un humor contagioso, ácido, autorreferente, que reconocí cuando, mientras me daban un minuto para tomar asiento y colocar mis papeles sobre la mesa, Paz le preguntó:
—Karin, ¿cómo anda tu clavícula? ¿Me dijeron que tuviste un accidente en la moto?
Ella asintió con seriedad y respondió:
—Sí, me la quebré, pero ya se soldó, gracias —aunque inmediatamente se le iluminó el rostro por una inesperada sonrisa y agregó—. Por suerte no perdí el embarazo utópico.

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