El cementerio del Cerro

Encontré esta foto en un blog de viajeros. Fue como si no la hubieran tomado con una cámara, como si la hubieran extraído desde detrás de mis ojos, de las imágenes que guardo desde que tengo memoria. Para llegar al nicho de mi familia hay que ingresar al cementerio del Cerro por la entrada que se encamina a la capilla, rodearla, y si uno quiere puede seguir por los senderos marcados o caminar sobre la tierra, entre los panteones. Ese camino me gustaba hacer a mí, para cortar camino y mirar esos lugares con mármol y rejas e inscripciones en letras de bronce, cuando era muy, muy pequeña, y el lugar todavía no me significaba una provocación al miedo. Lo que se ve en esta foto, es lo que mis ojos reconocen como un camino trillado desde el comienzo de mi vida. En el nicho familiar estaba, antes que nadie, mi abuela materna, a quien no conocí. Ella fue quien hizo a mi abuelo ahorrar para comprarlo, porque decía que en la Europa rural que ella conocía, la Lituania de principios de siglo XX, a los muertos los sepultaban bajo tierra y de allí no salían nunca más, iban a fundirse con la naturaleza. Cuando se enteró que en Uruguay se reducían después de algunos años los cuerpos que iban a la tierra, se horrorizó de que alguien pudiera perturbar su sueño eterno, y decidió ahorrar para comprar un nicho. Ella ha estado metida ahí dentro desde un año antes de yo naciera. Por eso, desde que tengo memoria, he ido de la mano de mi madre al cementerio del Cerro.
Como dije, al comienzo no significaba nada cercano al miedo. Pero poco a poco fui comprendiedo en qué consistía la muerte, y las cosas que allí veía se me iban haciendo más y más macabras. La capilla que ahora es tan hermosa, en aquellos tiempos era una construcción gris casi en ruinas, y a través de los vidrios rotos de esa puerta que ahora parece invitar a la oración, se adivinaban ataúdes apilados iluminados lateralmente por los rayos de sol que atravesaban las ventanas sin cristales. Comencé a pensar que allí se amontonaban los cadáveres que por alguna razón no tenían sepultura. Aún no sé qué serían exactamente esas maderas apiladas que yo alcanzaba a vislumbrar, pero hicieron que mi ruta hacia el nicho de mi abuela fuera cambiando y diera un rodeo muy abierto a la capilla, que ya no quise frecuentar.
Mi padre, con su autoproclamado "naturalismo", también tuvo culpa en mis fantasmas personales. Un día, siguiendo a mi madre hacia el nicho, lo escuché decir detrás de mí: "Y pensar que era un ser humano como yo ahora". Giré instintivamente y lo que vi me congeló la sangre: mi padre tenía un hueso pequeño y amarillento en la mano. Pienso ahora, un cúbito, un radio, incluso de un niño podría haber sido de tan pequeño, y mi padre lo sostenía con maravilla y me decía "Lo encontré acá", señalándome un florero vacío de mármol. Mi giro desde el comienzo al final del movimiento tuvo en realidad 360º. Di media vuelta y apenas comprendí, con una intuición inconciente, de lo que me hablaba mi padre, completé la vuelta, de inmediato, dándole la espalda y tapándome los oídos con las manos corrí hasta mi madre a abrazarme a su cintura. El seguía diciendo, mientras yo protegía mis oídos entre el abdomen y el brazo de mi madre, que me apretaba con compasión: "¿De qué se asusta, si es algo natural?" "No seas estúpido, Eduardo, dejá eso donde lo encontraste". A partir de ese día tuve miedo de asomarme a los floreros.
Más adelante descubrí que las grandes lozas que cubrían los panteones a veces se veían corridas apenas a un costado, y por un resquicio se veía surgir una oscuridad aterciopelada. Ya me acercaba a la adolescencia, y me negué en adelante a volver a acompañar a mis padres al cementerio. Sólo volví cuando fallecieron mis demás abuelos y mi tía, que están todos encerrados allí en ese nicho infame, y la visión del cajón empujado y la tapa que se cierra me provocó cada vez una sensación de claustrofobia que, al igual que el miedo original de mi pobre abuela materna, a mí me llevó a afiliarme a una empresa de cremaciones. A mí no me van a encerrar ahí dentro.
¿Por qué se me da por hablar hoy del cementerio del Cerro? Porque estoy leyendo una novela que ha surgido en mi vida de esas casualidades que son las más hermosas de la existencia humana. La novela se llama El cementerio del Cerro, del cerrense Joaquín Doldán que vive ahora en Sevilla.
Un día, buscando datos sobre la Villa del Cerro para mi historia de inmigrantes, me encontré con su blog. Ví que es un escritor bastante reconocido, publicado en editoriales españolas. Y que su temática es, en gran parte, sobre historias sucedidas en el Cerro. Me puse en contacto con él y me envió ésta, y otras novelas, por email, porque no se distribuyen en Uruguay. Ahora estoy leyendo la del cementerio. Una historia de terror de tres ancianos a quienes se les hace de noche en el cementerio y quedan allí encerrados. Recorro sus páginas y puedo ver todo casi cinematográficamente, reconozco sus recovecos y los lugares de donde salen los espectros que relata. Se me remueve el pasado.
Pero de una manera hermosa. Porque el cementerio dejó de ser un lugar siniestro para mí desde hace algunos meses.

Fue en otoño, un domingo. Unos amigos de la adolescencia organizaban un almuerzo de reencuentro en la Villa y yo iba a ir sola, porque mi marido odia mis reuniones de reencuentro, en las que él no se reencuentra con nadie, como es obvio. Mi amigo Alberto vive a unas cuadras de casa y a veces su esposa tampoco lo acompaña. Lo llamé para preguntarle si me podía pasar a buscar y así ir juntos.
Alberto es de los amigos que más quiero en este mundo. Nos unen recuerdos alegres, y cómicos reproches. Toda una vida. Cuando lo llamé para preguntarle si podía pasarme a buscar para ir juntos, me dijo que antes pensaba pasar por el cementerio del Cerro a visitar la tumba de su viejo, por si eso era para mí un inconveniente. Era un domingo hermoso, de un cielo azul como pocos, y hacía tanto tiempo que no iba al cementerio, que no me pareció mala idea ir con él. Me había dado miedo ir con mis padres, pero con Alberto, algo tenía de aventura y de entusiasmo. Vi que el cementerio está bastante cambiado. La capilla, como se ve en la foto, es una verdadera iglesia en miniatura restaurada, hermosísima y blanca como una torta de bautismo. Juntos buscamos el nicho de mis abuelos y mi tía. Fue difícil encontrarlo, porque con el tiempo le han robado las letras de bronce. Alberto lo encontró, adivinando el apellido difícil en la sombra que el tiempo había dejado marcada sobre el mármol. Nos quedamos un rato solemne frente a esa tapa rectangular donde tendré la dicha de no estar jamás. Eso respecto a mi familia, a mis experiencias, que junto a mi amigo y bajo ese cielo azul perdieron ese viso tenebroso.
Pero lo más lindo fue cuando estuvimos frente a la sepultura de su padre. Del otro lado del cementerio, un montículo en la tierra, coronado por una cruz. Tal como las tumbas que recordaría mi abuela en Lituania, sólo que supongo que este hombre no permanecerá allí por siempre. Pero de eso no hablamos. Hablamos de otras cosas: "chusmeamos" sobre la vida y obra de amigos en común, y de nuestras últimas alegrías y tormentos. Delante de la sepultura, como si el viejo participara de nuestra reunión. Entonces Alberto miró el reloj y me dijo "¿Seguimos camino?". Yo asentí y comencé a alejarme. Con un tono natural, de quien se retira del bar y saluda a quien ha compartido el mostrador, escuché a Alberto decir a la tierra: "Chau, viejo". Nunca sentí tan viva a la muerte, ni a la vida tan justificada por la muerte. El viejo podía conversar con nosotros porque nos vio madurar y formará parte por siempre de nuestra historia. Nadie está muerto. Somos nuestros muertos.
Y ya no me da miedo el cementerio del Cerro.

Comentarios

  1. Tal cual, así fue... muy lindo recuerdo; además recorrer ese cementerio es repasar mentalmente los apellidos de tantos gringos conocidos, amigos y vecinos, porque es muy cosmopolita. Hay relatos de por lo menos una persona que quedó encerrada, por no oir la campana de salida; cuando se dió cuenta tuvo que saltar el muro, pero era de día y no la atrapó ningún espíritu.
    PD.- ahora "el viejo" fue reducido y está en un nicho familiar, no lejos de tu abuela.
    Alberto

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  2. Muy linda la historia, a mi también no me gustan los nichos (Leíste alguna vez el poema Vida Garfio de Juana de Ibarbourou? esta muy bueno)...mama me dijo que en Octubre te vas a Chicago a entrevistar una escritora, que linda vida que tenes!

    Manu

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  3. Gracias! No es a entrevistar a una escritora, sino a una filósofa! Ya contaré mis aventuras por este medio, jeje.

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  4. Alicia Kaluzevicius28 de agosto de 2011, 11:44

    Cuando de chica acompañaba a mamá al cementerio ya me daba esa doble sensación de fascinación y temor por lo desconocido. Pero lo que más me asustaba era cuando necesitaba ir al baño (había uno al lado de la puerta de entrada). Sentía que todos los espíritus del cementerio estaban allí.
    Pasé muchos años sin ir al del Cerro, pero siempre que viajo me gusta visitar por lo menos uno en cada lugar. Creo que te ayudan a comprender mejor la forma de vivir y sentir de la gente.
    Lamentablemente en estos últimos años lo he frecuentado mucho, y he hecho recorridos también. Desde los antiguas panteones, muchos de ellos en ruinas, hasta la parte nueva, que es una explosión de colorido.
    Sé de la historia de esa señora que tuvo que saltar el muro. Una de las últimas veces que fui con mi hermano casi nos pasa lo mismo, porque ahora no tocan la antigua campana, y distraidos en el recorrido no nos dimos cuenta de la hora. ¡La entrada vieja ya estaba cerrada, y cuando llegamos a la nueva, también! Por suerte estaban aún los empleados y quedaban más personas recorriendo, y en caso contrario, la magia de los teléfonos celulares nos hubiera ayudado a salir del apuro.
    Temía mucho al momento en que tuvimos que hacer la reducción de papá. Eso de revolver entre los huesos de los muertos me parece macabro. Por otro lado, me parece que es como poner un punto final para terminar de elaborar un duelo, así que tampoco lo veo malo. Lo destacable fue la actitud del personal del cementerio, amables, respetuosos, y hasta poniendo una cuota de humor para ayudar a pasar el mal trago.

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  5. Mil gracias por el comentario, Alicia! Cómo se enriquece la historia...

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  6. Y sugerido por Manu: VIDA GARFIO, de Juana de Ibarbourou.

    VIDA - GARFIO

    Amante: no me lleves, si muero al camposanto
    A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
    alboroto divino de alguna pajarera
    o junto a la encantada charla de alguna fuente

    A flor de tierrra, amante. Casi sobre la tierra,
    donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
    alargados en tallos, suban a ver de nuevo
    la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

    A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
    más breve. Yo presiento
    la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
    por sentir en sus átomos la frescura del viento.

    Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
    podrán estarse quietas.
    Que seimpre como topos arañarán la tierra
    en medio de las sombras estrujadas y prietas.

    Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
    en la greda amarilla de mis huesos menguados.
    ¡Por la parda escalera de las raices vivas
    Yo subiré a mirarte en los lirios morados.

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  7. Y lo pusiste! jaja, viste esta muy bueno, pertenece a Las Lenguas de Diamante, este poema fue que le contesto ella a Miguel de Unamuno, cuando este le envió una carta con una critica de admiración, sobre su terror hacia las sepulturas
    "..Yo experimento desde que era casi una niña, lo siento desde el día en que presencie sacar del panteón de la familia para trasladar a una urna, los restos de mi abuelo. Y conservo vivo el terror que me produjo aquella amplia pieza cuadrada, con las paredes verdes de humedad y el fondo lleno de un agua inmóvil y oscura que adivine también fétida, salobre y helada. Siempre le pido a los míos que cuando me muera, dejen a un lado las vanidades y me entierren simplemente en la tierra, lo mas a flor de tierra posible(...)"

    Manu

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  8. Me encanta, Manu! Y además, totalmente identificada con la Juana... ¿De dónde sacaste ese fragmento de carta?

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  9. De "Al encuentro de las Tres Marias" de Diego Fisher, el libro esta muy bueno, cuenta la vida de Juana, de su drogadiccion, de la violencia domestica en su familia...La carta fue escrita el 11 de noviembre de 1919 (año que por cierto se publico su primer libro)es un poco extensa y fue, como te dije, la contestación de una larga carta de Unamuno alabándola y criticándola "...la nota triste descorazonada y pesimista no le sale a usted bien....". Fue en realidad, con esta carta, que se sello la fama de Juana...Hace poco me compre un libro autografiado por ella en linardi y risso, se llama "El Cantaro Fresco" es re viejito, imaginate, pero hay pila de prosas como "Transmigraciones" "Puñados de polvo" (mi favorita) "Alma en llama", que hablan desde una perspectiva de seguir viviendo en el ciclo de su muerte, realmente maravilloso...


    Manu

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  10. ¿Autografiado por Juana???? ¡Qué bueno!!!! Un día que nos veamos acordate de mostrármelo...

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  11. Si! Te los muestro (tengo dos autografiados por ella) uno dice "A Julio Cesar Ibarbourou con la inmensa ternura de su Juana de ibarbourou" (este es Chico Carlo) y el que te hablo dice "A Berta Ana Campela en la vieja amistad de su abuelo ¡Que Dios la bendiga! Juana de ibarbourou.

    También tengo una edición de Las Lenguas de Diamante de 1926 antes de ser coronada Juana de América (1929)

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  12. que bueno que la novela te llevara a esos lugares...es la magia de todo esto..querida amiga y vecina...bella y fantastica casualidad conocerte...inspirador tu talento
    un abrazo

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  13. Yo siempre me acuerdo del único cementerio que conozco, en Maldonado, como una oportunidad de paseo. Íbamos con mi abuela y mi prima en verano, cuando las otras mujeres de la casa (madre y tia) trabajaban sus 16 horas de plena temporada puntaesteña limpiando el edificio "Santos Dumont". Nosotras no teníamos otro entretenimiento que hacer casitas para las hormigas en el patio, o jugar a las comiditas con las hojas. Entonces cuando la abuela decía "mañana vamos al cementerio", siempre nos gustaba. Era como un picnic, llevábamos refuerzos y fruta. Aveces iba también una tía viejita que tenía un hijo ahí, el único muerto de mi familia que conocí. Ella, la tía Lina, llevaba agua de té en botella de vidrio con tapa de rosca y envuelta en diario para mantener el frío. Por supuesto, infaltables eran las flores: orquídeas, flores de paraíso, hortensias y los deliciosos jazmines. Todas de los jardines da casa o de del de la tía.
    Caminábamos como una hora para llegar. Adentro, mientras ellas ponían flores y limpiaban, nosotras corríamos y jugabamos a la escondida. No nos daba tristeza porque la gente que estaba ahí era muuuy viejita cuando murió. Aunque estaba el hijito recién nacido de otra hermana de mi madre, que vino a saludar al mundo y se dió la vuelta y se fue. Él si me daba un poco de pena, y más grande cuando nació mi hermano y le pusieron el mismo nombre que él, me daba más bien "cosita".
    Pero eso era todo, la visita al cementerio se parecía más bien, como ya dije, a un picnic. hasta había piscinas! en realidad eran las fuentes para el agua de los floreros, pero para mí eran piscinas. y estaban las escaleras gigants y con ruedas, para llegar a los muertos que estaban en los rascacielos. También nos subíamos ahí a mirar las fotos.
    En fin, que ese era el paseo de los veranos de mi infancia, en Mandonado, tan cerca y tan lejos de la playa!

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  14. me gusta mucho el cementerio de chica iba con mi abuela todo los dos de noviembre a llevar flores a un nicho que era de unos familiares de los partones de mi abuela en el marmol con letras de bronce estaban las palabras de esteban bufa y familia , decia mi abuela que era unas de las primeras personas que vivian en el cerro y hay una calle por camino cibils que se llama bufa , me acuerdo que un dia recorriendo y almirando los nichos y sus estatuas me encotre con un nicho que le faltaba la tapa
    y era uno de los mas antiguos y mi curiosidad me llevo a mirar hacia aderto de aquel lugar y vi un cuerpo como momificado que ya ni cajon tenia porque estaba totalmente deteriorado por el pasar de los años que susto sali corriendo junto a mi abuelita que hoy la no vive y fue enterrda en ese cementerio que recuerdos de ese lugar y del cerro que se tan hermoso que junto a mi abuela recorriamos y que hoy la gente no valora. gracias por contar sus experiencias y hacerme recordar esos lugares de antaño por favor cuenten mas historias del cerro

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