Réquiem para el último de los goliardos

Una fotografía cualquiera de Lee Jeffries, llamado "el fotógrafo de los indigentes"

Nada, no hay nada. Busco una fotografía que me lo recuerde, algo en mis álbumes viejos de fotos impresas, algún dato en Google. Pero nada, todo apunta a que Carlos Schweizer, el personaje más pintoresco de todos los tiempos de nuestra Facultad de Humanidades, está condenado al olvido. Tipeo "Schweizer", "Humanidades", nada. Mucho menos en imágenes, y yo me muero por verlo una vez más. Con sus ojos azules, su pelo rubio oscuro, lacio y grasiento, su barba canosa, su sobretodo de paño tramado que despedía ese olor de los indigentes. Como lo describe Auster en "El palacio de la luna", "[...] mezcla de sudor rancio y agua de lluvia [...] como si todos los pliegues y arrugas de las prendas hubiesen decidido de repente contarle sus secretos al mundo." No lo encuentro. ¿Ya no lo veré más? Me tropiezo con esta foto de Lee Jeffries, y se le parece bastante. Sobre todo en la vivacidad de la mirada. Y entonces puedo empezar a llorar. Pero, ¿qué esperaba? ¿Que la muerte le llegara a todos menos a él? ¿Que a un fotógrafo se le hubiera ocurrido hacer una serie sobre él? Imposible. Si a mí me había importado, debería haber tomado la iniciativa. El tiempo no da tiempo.

En realidad, sí tomé una vez la iniciativa. Pensé en hacer un relato sobre él, sobre la historia de su vida. Ya lo había hecho con otras personas: una ex-tupamara, unas chicas transexuales, ¿por qué no él? De hecho, su nombre aparecía en una vieja agenda de mis primeros años de Facultad. Yo había leído un libro escrito para adolescentes que querían ser escritores. Uno de esos libros como los de auto-ayuda, con ejercicios como listas para completar, con renglones para escribir. Pero el libro era prestado, entonces yo había escrito en mi agenda. La propuesta era: "Haz una lista de personas que conoces y que crees que son dignas de retratar literariamente". Carlos Schweizer aparecía como el primero en mi lista. Pero la guardé durante años sin jamás hacer nada.

Él era mi compañero de clase. Yo tenía 18 o 20 años y él unos 35. Hombre lindo si los hay, pero le faltaba, desde ya, un cierto atino. Iba a todas las materias de Filosofía; fue compañero nuestro en todas, pero, que yo sepa, nunca dio un examen. Se sentaba en la primera fila, y dialogaba con los profesores de igual a igual. Los profes lo respetaban. Sobre todo el viejo Massa, provocador de devociones y odios, que dedicaba semestres enteros a intentar desentrañar párrafos de la obra de Kant y la de Hegel, le preguntaba a Carlitos sobre traducciones minuciosas de ciertos pasajes en alemán. Tenían una relación tan estrecha, que una vez, cuando Carlitos se sonó la nariz con un ruido descomunal en plena clase, Massa detuvo su discurso y le preguntó con su voz profunda y su tono siempre particularmente majestuoso: "Pero tú, ¿tienes una corneta?" Todos nos reímos, alborotados por el quiebre de la normal solemnidad de sus clases. Carlitos lo había logrado.

Se decía de él que había sido exiliado político, y que tras la dictadura había vuelto al paisito, pero solo. Su mujer no había vuelto con él, y además, casi con seguridad al conocer de cerca su mente trastabillada, le dijo que ni soñara con volver a ver a sus hijas. No creo que alguna vez sepamos la verdad. ¿Habrá sido así? Se decía que provenía de una familia pudiente, con muchas propiedades, sobre todo se hablaba de una casona en Malvín. Pero en algún momento de la historia, oímos que la estaba perdiendo por deudas. Carlitos no trabajaba. Pasaba sus días en diferentes clases de diferentes Licenciaturas y docentes que él respetaba de la Facultad, y pidiendo a escondidas a los funcionarios administrativos que le prestaran el teléfono para llamar a abogados. Lo vi varias veces escondido atrás de algún mostrador, con el teléfono en el oído. Me veía y me decía "Ah, ¿sos vos, niña? Pensé que era un superior y no quiero perjudicar a Fulana (la administrativa de turno que le había prestado el teléfono)". Era muy raro ver a este hombre grande, maduro, escondido como un niño abajo de un mostrador. Pero se convirtió en parte del paisaje. Es como si lo viera, y como si lo escuchara todavía: de pronto del otro lado de la línea del teléfono le contestaban, entonces él se llevaba el índice a los labios y sacudía la cabeza haciéndome callar, y reiniciaba (una vez más, una vez más) la conversación cuyos parches yo escuché muchas veces: "Ah, sí, yo llamo para hablar con el abogado tal... ¿Cómo que no está? ¿Nunca está?" y a su lado, en el piso, se entreveraban uno sobre otro arrugados, con manchas de café y de suelas de zapatos, unos papeles, supuestamente expedientes. Nunca supe bien si lo que reclamaba era a sus hijas o a su casa. 

Pero un día, alguien me dijo que ya no tenía casa. Ya no tenía hijas tampoco, eso estaba claro hacía tiempo, pero la casa era lo más tangible, lo que lo mantenía por lo menos izado como una vela que lleva la embarcación a algún sitio, aunque no se sepa dónde. El día en que -supuestamente- perdió la casa, comenzó a frecuentar la Facultad, pero a diferentes horas; se lo veía a muy altas horas de la noche, cuando alguna de esas escasas clases que terminan a las 23hs llegaban a su fin, y ahí estaba él, de pronto: con su pelo grasiento y largo, su sobretodo indiscreto y bolsas. Bolsas y más bolsas. A veces no lo veíamos, pero sabíamos que él estaba cerca, porque se oía el ruido de sus bolsas. Bolsas de supermercado de todos los tamaños (desde las de Macro hasta las de Disco), donde guardaba cosas que nunca me atreví a asomarme a mirar. Eran todas sus cosas, todo lo que le pertenecía en este mundo: se veía por la boca de una bolsa asomar algún trozo de lana de un buzo de abrigo que guardaba por las dudas, hojas de verduras y colores vivaces de frutas salían por un rincón de otra, y sus papeles sucios, sus expedientes infaltables. Se decía que vivía en la Facultad, pero nadie sabía dónde. "En algún rincón será, yo nunca lo vi" decían los porteros de diferentes turnos, cómplices; o no, o lo ignoraban de verdad. Se convirtió en una leyenda urbana; ni siquiera: en una leyenda universitaria; ni siquiera: en una leyenda de Humanidades. 

Hasta que un día yo me di cuenta de que era un goliardo. Una leyenda, sí, tal como habían sido los goliardos. 

Los goliardos fueron los vagabundos intelectuales de las primeras universidades occidentales, surgidas en el siglo XII. Cuando las ciudades se afianzaron, a fines de la Edad Media, cuando la amenaza de los bárbaros había quedado atrás, las ciudades más grandes como París o Bolonia, donde se había desarrollado una universidad, eran atractivos irresistibles para jóvenes de pueblos pequeños o zonas rurales. Así huían estos jovencitos de sus tierras sin promesas para urbes donde la universidad les auspiciaba sabiduría, distinción y despreocupación; numerosas mujeres hechizadas por su erudición y todos los vicios que en esa época estuvieran a su alcance. Eran, sin embargo, pobres. La mayoría no tenían un mecenas ni una familia que les costearan los estudios y la estadía lejos de casa, por lo que desarrollaron una vida de vagancia. Eran artistas callejeros, poetas, juglares, copistas, mendigos, pero leían,  leían y leían y discurrían por horas en los mesones con otros de su especie. Se los definía como los "vagabundos intelectuales".

Un día en que me descubrí a mí misma diciendo para mis adentros: "Carlitos es un vagabundo intelectual", entendí que él era un goliardo, tal vez el último de su especie, y que teníamos el privilegio de que viviera (o así se creía) en el mismísimo edificio de nuestra Facultad. El privilegio de compartir los mismos pasillos con el aura de su genio.

Y pensé en cumplir con mi antiguo deseo, mi antigua promesa de mis primeros años de Facultad, en que él estaba en el primer lugar en mi lista de posibles "retratos escritos". Lo paré en el hall para decirle que lo quería entrevistar. Fue difícil, fue como romper con un hábito, porque lo que yo solía hacer (y no era la única) era todo lo contrario; saludarlo con todo el cariño que sentía por él, pero salir corriendo, siempre fingiendo apuro, porque si él te agarraba para conversar, no te soltaba más. Estaba siempre hablando de política universitaria. Era consejero (eso sí aparece en Google, en los repartidos del Consejo de Facultad: "Carlos Schweizer ingresa a las 21y20hs"), se conocía de memoria la Ley Orgánica y sabía todos los órdenes del día de cada reunión, y alertaba a todo quien le prestara su atención sobre los "tejes y manejes" que tendrían lugar cada semana. Era algo aburrido, sí, pero si alguien con la paciencia necesaria se detenía a escucharlo, vería su conocimiento sobre el Cogobierno enriquecido de una manera exponencial. 
Bueno, ese día fui yo la que lo detuve en el hall. "¿Qué quiere la niña?" me dijo. Él me llamaba así porque me conocía desde los 18 años, cuando él ya se acercaba a los 40. Le expliqué. Una entrevista. Que él era alguien importante para todos nosotros. Se rió. Habló y habló y habló, pero no de su vida, como lo que yo esperaba escuchar para escribirlo, sino que desplegó todo tipo de argumentos para convencerme de que no era importante. No me acuerdo bien qué decía, pero repetía "a quién le va a importar lo que yo diga, niña". Igualmente le interesó la conversación, porque me agarró del brazo y me llevó a sentarme junto a él en un banco de madera, muy largo, que había debajo de nuestro mural de cerámica, donde ahora están los bicicleteros. Me preguntó por qué me interesaba tanto, y yo le conté la anécdota que llevaré en el corazón hasta el día que me muera: Yo estaba embarazada, casi dos décadas atrás, y en clase el profesor fumaba (todavía era la época en la que se podía fumar en lugares públicos cerrados). El profesor era Enrique Caorsi. La clase recién comenzaba, y el profe sacó una cajilla de cigarros del bolsillo de la camisa, y se dispuso a encender uno. Entonces Carlitos se puso de pie de un salto. Suave y amablemente, pero con una determinación que hablaba a través de su cuerpo, dijo "Profesor, hay una compañera embarazada". Caorsi pareció intimidado, pidió disculpas y dejó el cigarrillo sobre la mesa, sin encender. Ese respeto le tenían. Carlitos escuchó la historia y se empezó a reír. No se acordaba de nada, decía, y se reía. "¿En serio pasó eso?" Y se reía. Ahí empezó a hablar un poco más. "¿Puedo tomar nota?", le pregunté, y él hizo un gesto como "dale no más" y agregó "a quién le va a importar" y sus carcajadas resonaban por todo el hall, pero a nadie le llamaban la atención, porque era un sonido conocido. Habló, sí, pero nada cerraba. Mis apuntes dicen: "Entró a Filosofía porque le gustaba la Lógica: qué es el número 1, qué es el número 2..."; "Se anotó en Moderna porque Massa había sido su profe en el liceo, el IAVA"; "Para encontrar a Massa fuera de hora había que ir a La Cumparsita y buscar a la tostada fuera de fecha" (haciendo referencia a una ayudante del profesor, muy pituca ella, de cama solar todo el año); "Con Otero llegaron a mirar por un telescopio, pero eso no le satisfacía"; "¡Quería cambiar el mundo!". Hasta aquí es posible reconstruir algo. Luego mis apuntes, con letra apurada, como si quisiera seguir el ritmo de sus palabras, desvarían: "se destruyen archivos"; "hay cargos que no se llaman"; "en la cartelera se publican votos que no cierran con los verdaderos números". 
Al final, él me despidió a mí, sorprendentemente. "Como ves, niña, no es muy interesante lo que tengo que decir". Y me fui. 

Me fui pensando que tal vez lo interesante sería grabarlo. Un día iba a grabarlo y transcribir sus palabras. Aunque no tuvieran demasiado sentido, sería una manera de plasmar la mente fascinante de nuestro último goliardo.

Hace una semana me enteré de que se había muerto. Ese "un día" en que iba a grabarlo ya no está en el horizonte. Me perdí el discurso más fascinante de toda la Facultad. Más asombroso que el de cualquier catedrático, el más alucinante desde Vaz Ferreira, superándolo ampliamente, porque a Carlitos no le interesaba la lógica viva, en el sentido más amplio de la expresión.

Por suerte, dicen los rumores que no murió en la calle, ni en un rincón ignorado de la Facultad. Se habla de una vecina que avisó que él estaba muy mal y que le había pedido que llamara a Facultad para anunciar que ya no volvería. Si tenía vecina, es porque tenía una casa; parece que murió bajo un techo, más o menos dignamente. Tenía una infección respiratoria, y cuando sintió que no la superaría, pidió para avisar a su única familia, a su lugar de estudio, donde estaban los demás intelectuales con los que discutía los vericuetos del Cogobierno, de la filosofía y de los pasajes en alemán, donde todos sabían que estaba bastante loco, pero que era un loco lindo, y todos lo querían.

Yo me quedé sin mi entrevista grabada. Creí que había aprendido la lección hace tiempo, pero no: que el "un día" no existe, y siempre nos puede sorprender lo inexorable.

De cualquier manera, ahora estoy aliviada, porque acabo de escribir esto. Y si bien no hay foto, y no hay biografía coherente, sino esta suerte de cabos atados sin ton ni son, ahora hay en Google una entrada (ésta) que habla de él. Claro que era una leyenda urbana, claro que todo lo que digo aquí está teñido por mis parciales y subjetivas aproximaciones a Carlitos, pero así también es la historia que se cuenta de los goliardos, ignorados, rechazados o queridos. Poetas entrañables. Su leyenda también es poesía, y formará parte para siempre de la historia de nuestra Facultad. La Facultad que supo tener al último goliardo.

Comentarios

  1. Era Fló el que le preguntaba por pasajes en alemán de la Crítica del juicio. También el semestre pasado cuando vino Madarasz de la PUCRS se metió en su clase y le hablaba en portugués perfectamente. En aquellos años en que yo tenía veinte, a veces nos parábamos en una esquina a vichar a las mujeres que nos regalaba la primavera, creo que soy de los pocos que ha tenido ese tipo de intimidad con él. En el gremio me acuerdo que estaba super obsesionado cuando le retiramos la confianza a uno de los Consejeros que nos representaba y tuvo que renunciar, a mi viejo lo tenía repodrido llamándome a toda hora a mi casa (no había celulares), y mi viejo me decía "te llamó de nuevo ese viejo".

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  2. Linda historia... nada sabía acerca de los goliardos. En el liceo Bauza, en la década del 80 teníamos un profesor de química (Cabezudo) que se asemejaba en "la no higiene" de Carlitos... y tenía esas cosas de "genio". Era una institución ante todos los profesores. Nada... lo recordé.

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  3. Oh, sí, es una imagen certera la de HM.-Ido ya, Carlitos me deja la sensación de una necesidad incumplida: la de meterme en una mente sin declararla a priori como anómala (aunque lo fuera). Su marginalidad perpetua me hace retomar lo que pensé muchas veces, cuando el penoso amigo aparecía en la clase: ¡es él, y no los regulares, los inscritos irreprochables, el que "dice" cosas, pregunta, rompe la estereotipia! Me enseñó a abandonar UNA de las razones para celebrar la normalidad per se--UNA de las razones, no todas, porque sigo pugnando por ver realizada LA SÍNTESIS: un goliardo que sea, a la vez, un ciudadano moderno, previsible y razonable.- Este irregular me ha enseñado, y es otro motivo para evocarlo, hoy, desde mi cultivada discreción, con pena indefinible.

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  4. Que sensación rara. Recuerdo que siempre se nos pegoteaba pero también recuerdo la sensación de "otra vez con el tema de Flo y no se quien más!". Recuerdo que alguna vez fuimos todos (él incluido) a tomarnos una y él inseparable de sus bolsas de super, carpetas con tapas ya amarillas y llenas de papeles que mientras caminaba y hablaba iba revolviendo esas carpetas para mostrarte algún papel. Me acuerdo de su sobretodo, camisa blanca y pantalones de tela. Me acuerdo una vez que se había afeitado y sacado el bigote y la barba de días y creo que hasta se había recortado el pelo rubio entrecano.

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    1. 1993. Unos cuantos descontentos, algunos despistados y otros nos reunimos en "Herejes y Quimeras". Allí se integró Carlos, con su eterno expediente "en defensa de Massa". Recuerdo hasta hoy las salidas del consejo, a las 2 de la mañana, con Carlos dando razones de por qué debía haber votado en contra o favor de tal o cual proyecto de resolución. No entendía que yo sólo quería ir a dormir y que arrancaba a las 7 al día siguiente. La última vez que lo ví, en las elecciones universitarias me abordó para entregarme una lista de estudiantes. Ante mi comentario "pero Carlos, ya hace dos elecciones que voto en egresados" respondió con un "ponete a militar, porque están votando pavadas en tu orden". Ese era Carlos, humano, cálido, denso, persistente, siempre con un pie en un mundo paralelo (en el que sí, había hijas en Suecia, y una enorme casona en Malvín, con una herreria montada en un galpón) y el otro ahí, cerca, siempre invitando a seguirlo. No acredito que ya no esté. ¿seguros que no duerme en algún salón que no conozcamos??

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    2. Hermoso relato, "edh"!!!!! Gracias!!!!!!

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  5. Gracias Helena, me hubiera encantado poder escribir algo así de "Carlitos", porque es cierto que la facultad va a ser muy diferente ahora que ya no nos vamos a encontrar más con él. Y a mi también me quedó esa deuda pendiente de conversar más con él. Me encantó la parte que hablás de su último momento y de la llamada a facultad.

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  6. Gracias Helen, así como lo describís lo recuerdo, formó parte de un tiempo especial para nosotros, a donde se haya ido, seguro estará discutiendo montones de cuestiones.

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  7. Gracias por tus palabras Hele, yo me acabo de enterar de esto y la verdad es una noticia triste, conmigo siempre fue muy amable, me costaba seguirle el viaje cuando se ponía a divagar, pero me intrigaba mucho. Supongo que las mil dudas sobre su vida, su mente, su historia, quedarán en eso, en dudas. Y eso contribuye al misterio, a su carácter de "leyenda", como dijiste vos. Me gustó leer tu relato, tu recuerdo. Nunca lo había pensado así, pero era sin duda eso, un goliardo.

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  8. Escritora querida: una vez más demuestras la calidez y profundidad en tus emociones y pensamientos, en "tu" literatura cargada de humanidad, de respeto y reconocimiento "del otro". Así lograste lo que muchos deseamos y que carecemos de tu talento para hacerlo: visibilizar su ausencia -en todo el sentido- a través de la escritura, contarnos entre todos momentos, flashes compartidos con Carlitos y crear una biografía mínima.

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  9. Gracias Helena por tus sentidas palabras y por el reconocimiento a Carlos.
    Un personaje pintoresco, enigmático, con mucha sabiduría…
    Lo recuerdo siempre sentado en la primera fila sacando sus apuntes en algunas hojas sueltas, con lapiceras de distintos colores, a su vez grababa las clases, sus bolsas con que sabe que cosa dentro y siempre haciendo preguntas enriquecedoras , el respeto y consideración de los profesores y sus aportes siempre desde otro lugar sin lugar a dudas.
    Recuerdo un día que nos quedamos conversando y me acompañó hasta la parada, él me contaba de las estrellas que se veían en ese momento y se preguntaba y respondía a la vez esa es la cola del escorpión? si si se decía es la cola del escorpión y me daba toda una explicación astronómica que sin comprender mucho lo que me decía, ni cuestionarme tampoco pude de a poco dejar mis perjuicios de lado, no fijarme más en la gente de la parada que nos miraba y se apartaba y por un momento logró que me quedara admirando el cielo , las estrellas y me cuestionara cuanta era mi ignorancia sobre el tema, cuántos mis perjuicios y lo de los demás que cuando veíamos a Carlos quizás nos apartábamos por no saber como acercarnos y conocer tal cuál decís Helena el último Goliardo.
    Después de ese encuentro me recuerdo llegando a mi casa y comentando el suceso y todas las preguntas que me surgían. Un enigma sin duda.
    Indudablemente es una gran pérdida, era todo un personaje pintoresco y muy valioso de nuestra Facultad.
    Me entero por tú relato Helena y la verdad siento un gran dolor, y cuando leo lo que escribiste una profunda angustia me invade y me percibo con lágrimas en mi rostro.
    Quizás Helena estaría bueno armar una biografía mínima con los pequeños relatos que seguro todos los actores de la Facultad que conocieron y compartieron momentos con Carlos puedan dar forma a un pequeño homenaje.
    Hasta siempre Carlitos. Gracias Helena.

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  10. Excelente homenaje Helena, me pregunto si no habrá alguna foto en algún registro de la facultad, de alguna inscripción o algo así...¿Alguien sabe si se va a hacer algo desde la facultad?
    Saludos.

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    1. No sé nada, Santiago, nadie lo menciona siquiera. Por eso escribí esto! Gracias por el comentario, besos!

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  11. Comparto sus sensaciones, sentimientos y lamento también ese 'silencio' de las esferas que da la sensación de indiferencia. Una pena, más espero que pronto se revierta y calibre en toda la dimensión y merecimiento que C.S. se ha acreditado.
    Saludos

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  12. Aunque no haya foto sé perfectamente de quien estas hablando, estas hablando de una persona que me captaba muchísimo la atención y no podía definir de forma clara quién era, si era un profesor, un alumno, un indigente que entraba, sólo sé que pasaba allí en el hall con su saco de paño como bien lo describiste, la última vez que lo vi fue en una calle a pocas cuadras a la redonda de la Facultad, no puedo recordar bien cuál calle era ni qué día,sólo sé que me extrañó demasiado verlo fuera de la Facultad por más de que por momentos pensaba que no era ni estudiante, ni indigente, era una persona que gracias a vos la conozco y resuelvo aunque sea un poquito mi duda.

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  13. No puedo creer que se fue Carlos!!! Por supuesto que me acuerdo de él y charlé muchas veces con él.
    QEPD. Me conmovieron mucho tus palabras, largué algún lagrimón.
    Ojala esté por alguna parte rodeado de otros goliardos intelectuales!

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  14. Gracias Helena por tan lindo homenaje! Siempre me había preguntado por este personaje de Humanidades, tal cual como vos contás, con sus bolistas para todos lados y entrando en las clases a intervenir de igual a igual con el profesor. A pesar de mis pocos años de facultad tuve la suerte de compartir un par de clases con él.
    QEPD.

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  15. Un gran HUMANO Carlitos!!!!!!
    Siempre tendrá un lugar en mi memoria!!
    Gracias Helena, no podía esperar otra cosa de vos al darle el homenaje que se merece una persona como él.
    Lo extrañaré!!

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  16. Me uno a este sufrimiento por la pérdida de CArlitos, ayer cuando vi el cartel en la facu quedé muy triste...Cuando retomé el segundo semestre me llamó mucho la atención no verlo. Siento que quedaron charlas por compartir, pero él nos acompaña desde el cielo. CArlos es un regalo de Dios, ejemplo de humildad y respeto, un compañero con un corazón de oro. Cuántas veces pasamos por distintos lugares y no nos damos tiempo para amar, para brindarnos! GRacias Profe Helena por tus palabras preciosas, llenas de amor.

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  17. CArlitos...Siento que podríamos haberte cuidado más...que cuando veamos a alguien que sufre cierta marginación, tengamos la determinación para no dejar pasar nuestra humanidad...

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  18. Helena,
    gracias por esa semblanza de Carlos, tan afinada como respetuosa.
    Saludos
    Raumar

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  19. gracias por hacernos llegar tu bello relato!!!
    salud por el Goliardo!

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  20. No se por que pero desde hace unos años Carlos se incluía en las actividades de la exile lacanienne. Así lo conocí. En los momentos de tomar un café o al final de una charla. Le interesaba Lacan. Le interesaban las cosas que discutíamos. Lamente su muerte y sentí el vacío de aquel que con su presencia nos recordaba lo que nunca se ha de olvidar.

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  21. Exile corrigió la maquina. No !"ecole" dije. Después pensé : exile nombra mejor el lugar a-tópico al que nos invitaba la discreta presencia de Carlos S

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  22. No acredito que murió Carlitos!!! Muerte piadosa -según Maggi-por dejar vivir despreocupado hasta que llega, algunas veces antes, otras un poco después.Precioso requiem Helena.Gracias.

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  23. Encontrar esto que has escrito es un gran alivio para los que pasamos por la misma sensación de vacío que tú, al enterarnos de su muerte, también busqué por todos lados algo que me dejara algo de él, una foto, una noticia en google, algo…
    Yo me sentí muy identificada con muchas cosas que mencionaste.
    Conocí a Carlos habiendo recién entrado a humanidades (el año pasado) y fue de un modo muy parecido a que tú describías.
    Me sentaba a conversar con él cada vez que podía, cuando tenía clase los sábados me quedaba horas con él escuchándolo hablar de filosofía y política, y comiendo pan duro que él me convidaba.
    La falta de Carlos, por lo que escucho de todos los que hablan de ella, produce una fuerte sensación de vacío, como cualquier falta, pero más que nada un vacío físico, material, no quedó nada, ni una foto, una biografía, una grabación de su voz... Y creo que eso tiene mucho que ver con lo que él era, por lo menos como era durante el corto tiempo que lo conocí. Carlos había abandonado a su cuerpo para darle toda la energía a su mente, a él sólo le interesaba lo que tenía que ver con el conocimiento, con el pensamiento, el cuerpo solo era un envase, no le interesaba su apariencia, ni nada de él, y eso fue lo que lo mató; para cultivar esa mente maravillosa tuvo que descuidar su cuerpo, pero el precio era ese, su cuerpo no aguantó.
    Por eso, no nos queda nada material de él, nada que sea realmente suyo, él, ya se había despojado de todo, tal vez en un comienzo fue la vida la que lo despojó, y por eso él tomó esa forma , pero como tú ya dijiste, eso nunca lo sabremos con exactitud.
    Muchas gracias por compartir tu experiencia!!

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  24. Schweizer también fue estudiante de Ingeniería muchos años, le veía pasar con el teodolito rumbo a las prácticas de campo.

    Ya hace unos años alguien me dijo: vi a Schweizer en Humanidades, me dio una lista del Orden Estudiantil. En ese momento se había "mudado" a Humanidades. Pero qué fue primero, y por dónde anduvo en la Universidad que era sin duda su refugio mental- y también su conexión con la realidad, según estimo- eso sí que no lo sé.

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  25. Solamente decir.. lo que dijo el gran Horacio Buscaglia. Que sponsor la muerte!!!!

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  26. Hermoso relato Helena. Tanto, que a pesar del mínimo trato que tuve con Carlos, me llegó a emocionar.

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  27. Muy bueno Helena, yo siempre conversaba con él y solía decirme: ¡Vos sos muy buena! Matizaba las conversaciones con frases como "Tengo que recuperar las herramientas del taller de mi padre" o "Hay una abogada que nunca me atiende, voy a ir hasta Derecho a esperarla".¡ Era un grande!
    Me enteré que nos había dejado porque el Profesor Bustamante lo comentó en la clase de Literatura latinoamericana.

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  28. Gracias Helena por este gran homenaje a Carlos. Existen varias fotos del Carlos de cuando hicimos el Congreso de Estudiantes de la FHCE en mayo de 2012 en Cuchilla Alta. Aparece en el plenario al fondo en varias, pero hay una que vi que es increíble, está bailando alrededor del fogón en la noche junto a una compañera de la licenciatura que ahora está en Nueva Zelanda. Creo saber quien las sacó.

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    1. Jorge! Quiero esa foto para este post!! ¿Qué te parece? Sería genial!

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    2. Estoy muy triste por la muerte de Carlos,lo conocí cuando tenía unos 14 años,conozco todas sus penurias.La persecución política lo llevó al caos en que vivía,sumado a las leyes corruptas creadas por la política que lo fueron agazapando.y de las que no se pudo defender.Era un sabio ,intelectual,mezcla de alemán e italianos,de ahí parten sus incoherencias filosóficas.Siempre acompañado de bolsas donde llevaba sus expedientes irresolutos del Contencioso y la Intendencia,quienes abusaron de su soledad;también llevaba comida que recogía de la basura con la que se alimentaba en forma salteada.Había heredado 3 propiedades pero todas se las habían usurpado intrusos,..Carlos se merece que lo recuerden.Gracias por los comentarios.

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  29. Realmente Carlitos se fue en silencio, en demasiado silencio quizás... cursando una materia en el segundo semestre no me enteré. Un día de este marzo, cuando empezamos los cursos y volví al segundo piso, a clase, vi la placa del salón gremial. Me llamó la atención, porque en nuestro Uruguay no abundan los homenajes cuando estás vivo, sino que lo hacemos póstumo, pero quise pensar que lo había merecido en vida - cosa que sigo pensando - , pero no, no fue así, hoy no se por qué, recordé la placa, y, gracias a tí, Helena, encontré esta entrada de Google, que me permite confirmar lo temido, la razón de no haberlo visto más en Facultad desde el año pasado. Muchas veces lo tuve de compañero de clase, comenzaba asignaturas de Ciencias de la educación y, generalmente las abandonaba. Pero en un Seminario de Luis Behares lo tuvimos de compañero todo el semestre, con sus bolsa, su perfume especial, sus botellas de leche o agua con gajos de limón muy usados, o saboreando los restos de alguna botellita de yogur que alguien anónimo, generosamente, le había destinado. Ahí tuve oportunidad de verlo tomar apuntes en las bolas de papel que "planchaba" a los efectos, y de ver el diminuto grabador con el cual, luego de solicitar el permiso del docente, registraba la clase. Siempre estuvo la leyenda de que vivía en algún rincón de Humanidades, una vez, en el 2013 o 2014, lo ví abordar un 148 a la vuelta de la Facultad. Todo un personaje, sí, y todo un intelectual vagabundo, como dice Helena. Una gran pena su ida. Haya paz en su tumba.

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  30. Era un hermoso ser humano. Te pido permiso para buscar que tu publicación esté debajo de su nombre en el salón gremial. Beso Helena

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    1. Te parece? La publicación es muy larga, y la página web quedaría muy bizarra! No sé, yo no tengo problema, una frase que elijan, ta, pero más de eso me sonaría muy raro... Vos ves, para pedirme permiso, pedime con datos más concretos más adelante, ta? :) Gracias por el apoyo.

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  31. Estimada Helena, revisando el blog del Profesor Behares encontré esta acta de psicología de la educación del 2009, donde figura que Carlos Schweizer aprobó la misma por examen. El enlace es el siguiente:
    http://profbeharesfhce.blogspot.com/2009/03/psicologia-de-la-educacion-evaluaciones.html

    Se que no es mucho, pero al menos es una pequeña huella de Carlos que encontré por casualidad y quise compartirla, además viene a desmitificar eso de que solo cursaba y no rendía exámenes.

    Espero que este granito de arena contribuya con la construcción colectiva de la historia y el legado de este entrañable personaje de Humanidades. Saludos!

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    1. Gracias, Leandro!! Pero fijate bien: dice que SÍ "aprobó la materia por asistencia", pero al final figura un dictamen fuera de la grilla que dice "examen", es decir, no exoneró, sino que le quedó pendiente dar el examen... ¿Lo habrá dado? Me encanta eso de andar investigando como detectives. Creo que esto es algo fácil de averiguar, yendo a Bedelía, pero es algo que al menos yo no voy a hacer, porque me gusta que las leyendas sigan siendo leyendas!! (Cosas mías) Saludos!

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    2. Buscando su nommbre en http://www.expe.edu.uy/search.html aparecen más de250 resultados, no sé si será el mismo Carlos, pero sirve para la investigación detectivesca.

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  32. Tenés razón con lo de las leyendas Helena, igual lo tomé como una pequeña huella de nuestro último goliardo con la que me topé sin buscarla y quise compartir! Gracias por tu respuesta!

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    1. Eso de las huellas, sí está muy bueno buscarlas y encontrarlas. Muchas gracias. :)

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  33. No sé si mi respuesta anterior estuvo bien encaminada, porque estoy con un teléfono muy limitado. La noticia de la muerte de Carlitos nos pegó muy fuerte esta noche. Tiempo que no aparecía por casa, ni nos llamaba, no me lo encontraba por Ciudad Vieja, busqué en Google y encontré tu blog. Lo conocemos desde el 71, desde antes del exilio y después lo acompañamos muchas veces en sus múltiples problemas. No hicimos lo suficiente. Nadie supo como ayudarlo. En este momento ni siquiera sé qué decir, lo que pueda ayudar para reconstruir algunos pedazos de su historia. Un ser noble, bueno, inteligente.

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  34. Está muy bien esto. Muy bien. Saludos y gracias.

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