Sexto día en Chicago: ascender al Olimpo
No tengo las fotos ustedes esperan, ¡lo siento! No podía ser tan cholula... Pero voy a relatarles, sí, con lujo de detalles, mi ascenso al Olimpo y mi encuentro con la deidad Martha Nussbaum... En realidad sí tengo una foto (de algo que no se esperan), pero abajo del todo, ya les explicaré de qué se trata. Chst! No vale mirar antes de llegar el momento; además, tampoco entenderían de qué se trata.
Cuatro menos veinte, llego al edificio de la Facultad de Leyes, Law School, en la 60th Street y University Avenue. Mi entrevista es a las cuatro, pero me quema todo: me queman los pies, las manos, la cara, y no puedo hacer otra cosa que llegar antes y relajarme: ya llegué, nada puede ir mal. Podría haberme roto un tobillo en el camino, me podría haber atropellado un auto, podría haber sucedido algo imprevisto que cerrara las puertas de la Facultad de Leyes, y el momento más esperado por mí desde hace un año podría no haber tenido lugar. Pero si llegaba, y lograba entrar, nadie me movería de allí hasta llegar a consultar al oráculo.
Entonces entro, me anuncio con el muchacho que atiende en un escritorio a la entrada, y él me sugiere que espere en la cafetería mientras se hace la hora. Me senté a una mesa, y organizaba los papeles (¿traje las preguntas impresas?) y la grabadora (¿andaban las pilas?) No fuera a ser que Zeus, celoso, me hubiera enviado algunos rayos para arruinar mi Momento. Pero no, es obvio que paso bastante inadvertida para Zeus, porque salió todo de maravillas. Todo, excepto mi pensamiento al mirar alrededor de la cafetería "Que a la Nussbaum nunca se le ocurra, nunca, nunca, nunca, venir a la Facultad de Humanidades, ¡qué vergüenza!" y en eso tuve un momento de comunión a la distancia con mi amado Gustavo, quien siempre dice que la Facultad es "el Cuarenta Semanas de la Universidad de la República".
Las altísimas paredes de vidrio dando al patio delantero con la fuente, las sillas y mesas de diseño ultramoderno, las paredes internas pintadas de novedosos y variados colores, todo me hacía sentir muy pero muy pequeña. Pero dejemos estos traumas para la consulta con el psicólogo, y sigamos con lo que importa. Cuando llegó la hora, me subí al ascensor hacia el quinto piso, más precisamente oficina 520. Al bajarme del ascensor, pienso que me he equivocado, porque desemboco naturalmente en una enorme biblioteca, anaqueles rodeándome y en el centro mesas con lámparas para los lectores de turno. Tras unos segundos de perplejidad, me doy cuenta de que detrás de los anaqueles hay un ancho pasillo al que dan puertas: las oficinas. El ascensor está en el extremo opuesto a la oficina de Nussbaum, o al menos así me pareció a mí, que caminé y caminé y caminé dando casi la vuelta entera al edificio antes de llegar a la puerta 520, que estaba entornada.
A esta altura ya había escuchado muchas cosas de "la Martha". Que es una vieja que hace fitness y anda de minifalda, que es pedante, que no tiene sensibilidad por las realidades fuera de Estados Unidos porque cuando estuvo en India osó escribir un libro sobre la realidad política de ese país sin haberse empapado suficientemente en el tema, que si alguien no se expresa bien ella no hace ni el menor esfuerzo en entenderlo, que no le interesa aprender de los demás y habla de cosas que no sabe lo suficiente, que es inexplicable el éxito que sus libros han tenido. Además, yo la había visto en un video muy reciente en que hablaba caminando con el viento sobre la cara, y su gesto adusto para defenderse de las ráfagas la hacían parecer mucho mayor, y amarga.
Por eso cuando vi la puerta entornada, no supe con qué iba a encontrarme, y el corazón me empezó a latir con fuerza. Me asomé tímidamente, como una ardilla que pone primero la nariz, husmeando, sopesando por el olor y la consistencia del aire la situación que le espera. "Excuse me?". Y una explosión de color tuvo lugar frente a mí. Vi un escritorio lleno de elefantes. Elefantes de porcelana, de cerámica y de madera, de muchas combinaciones de colores, en diferentes tamaños y posturas. Vi un ventanal que daba a la Universidad de Chicago vista desde arriba con sus torres y árboles otoñales y enredaderas. Vi una mujer muy delgada, vestida en vivos colores, que, de espaldas a mí con las manos sobre un teclado de computadora, había girado su rostro hacia la puerta y me recibía con una amplia sonrisa. "Hi, there! Please, take a seat while I finish writing an email". Finalmente se me acercó mirándome directamente a los ojos, la misma sonrisa hospitalaria, y me tendió la mano "This is Martha Nussbaum", como si yo no lo supiera, jaja. No tenía puesta una minifalda, ni usaba maquillaje grotesco ni el pelo salvaje como una jovencita. Llevaba sí, un vestido de colores fríos, azules, verdes y grises, que le entallaba el cuerpo delgado, y un rato después, como bajaba el sol y empezaba a refrescar, se puso sobre los hombros el saco de un trajecito azul bolita que combinaba con algunos detalles del vestido. Llevaba el pelo un poco más arriba de los hombros, de un rubio muy natural. Y tenía una sonrisa contagiosa y, me gustaría decirlo contra todos los adversarios, bondadosa. Porque hablaba seriamente mirando hacia el suelo a medida que pensaba, pero de pronto recordaba algo y levantaba la vista inesperadamente y se reía, y me contaba una anécdota que resultaba ser una excepción o un nuevo ejemplo de lo que venía diciendo, con una inocencia natural que brotaba sin planearlo. Se había leído con muchísima atención todo el resumen de mi tesis y las preguntas, y me ofreció alternativas a los callejones sin salida que encontró en algunas partes, alentándome en las ideas que estoy desarrollando, y aconsejándome qué cambiar en las que no quería alentarme. Cuando le hablé, me escuchó con atención, la cabeza ladeada a un lado mientras oía y pensaba a la vez, y tuvo la paciencia de oírme tartamudear y luchar buscando las palabras, porque el estrés del día se había quedado con mis habilidades lingüísticas. Me dejó grabarla, por lo que tengo cada palabra del oráculo registrada para volverla a escuchar cuando lo necesite, ja.
En resumen, una maravilla la entrevista. Ahora, lo más cholulo, que como siempre es lo más interesante.
Gustavo me había dado un librillo que una colega le trajo de regalo de la Tate Gallery de Londres. Es un cuadernito artesanal con hojas con renglones. Desde que lo recibió, el cuadernito le ha quemado en las manos de Gustavo. No quería guardarlo intacto, pero no se le ocurría para qué utilizarlo. Hasta que le vino la idea: vamos a usarlo para autógrafos de filósofos. Y el primer autógrafo sería de la Nussbaum. Sin embargo, cuando estuve ahí, me preguntaba "¿Con qué cara le pido un autógrafo? ¡Quedo como la ridícula número 1!" Entonces se me ocurrió la frase matadora y resultó: "It's for my son". La Nussbaum, que ya se había puesto de pie para darme salida, volvió a sentarse con una sonrisa de ternura en el rostro y se concentró en lo que pondría en el librito, ya que supuestamente era para un niño. "He's 16" le dije, para que no escribiera una boludez... "What's his name?" preguntó. Pucha. No había pensado en que me pidiera el nombre. El autógrafo no era para Emiliano, sino para nosotros! "Gustavo", le dije. Entonces ella escribió:
Y esta es la historia de cómo Gustavo finalmente obtuvo un autógrafo de la Nussbaum, que ya se quería ir, a través del engaño de que era para un adolescente interesado en la filosofía. ¡Que después no les venga con el cuento de que son íntimos amigos!
Y para terminar mis quince minutos de fama... ¡me llevó al hotel en su auto! Me preguntó dónde me estaba quedando, y resultó ser que ella vive en un edificio al lado... ¡No lo puedo creer! Anduve en el auto con Martha Nussbaum! No me pregunten la marca, porque saben muy bien quienes me conocen que yo me subo a cualquier cosa (bueno, de gente conocida, no me malentiendan), pero sí sé que estaba impecable y que era automático! Nunca la vi poner un cambio...
Conclusión: NO ES UNA VIEJA QUE USA MINIFALDA. ES UNA LADY.
Y con esto termino la primera mitad de mi viaje y acaba de tener lugar la cosa más importante que vine a hacer.
¡Saludos! (Para los que digan que a partir de ahora no los voy a saludar más...) ;-)
Cuatro menos veinte, llego al edificio de la Facultad de Leyes, Law School, en la 60th Street y University Avenue. Mi entrevista es a las cuatro, pero me quema todo: me queman los pies, las manos, la cara, y no puedo hacer otra cosa que llegar antes y relajarme: ya llegué, nada puede ir mal. Podría haberme roto un tobillo en el camino, me podría haber atropellado un auto, podría haber sucedido algo imprevisto que cerrara las puertas de la Facultad de Leyes, y el momento más esperado por mí desde hace un año podría no haber tenido lugar. Pero si llegaba, y lograba entrar, nadie me movería de allí hasta llegar a consultar al oráculo.
Entonces entro, me anuncio con el muchacho que atiende en un escritorio a la entrada, y él me sugiere que espere en la cafetería mientras se hace la hora. Me senté a una mesa, y organizaba los papeles (¿traje las preguntas impresas?) y la grabadora (¿andaban las pilas?) No fuera a ser que Zeus, celoso, me hubiera enviado algunos rayos para arruinar mi Momento. Pero no, es obvio que paso bastante inadvertida para Zeus, porque salió todo de maravillas. Todo, excepto mi pensamiento al mirar alrededor de la cafetería "Que a la Nussbaum nunca se le ocurra, nunca, nunca, nunca, venir a la Facultad de Humanidades, ¡qué vergüenza!" y en eso tuve un momento de comunión a la distancia con mi amado Gustavo, quien siempre dice que la Facultad es "el Cuarenta Semanas de la Universidad de la República".
Las altísimas paredes de vidrio dando al patio delantero con la fuente, las sillas y mesas de diseño ultramoderno, las paredes internas pintadas de novedosos y variados colores, todo me hacía sentir muy pero muy pequeña. Pero dejemos estos traumas para la consulta con el psicólogo, y sigamos con lo que importa. Cuando llegó la hora, me subí al ascensor hacia el quinto piso, más precisamente oficina 520. Al bajarme del ascensor, pienso que me he equivocado, porque desemboco naturalmente en una enorme biblioteca, anaqueles rodeándome y en el centro mesas con lámparas para los lectores de turno. Tras unos segundos de perplejidad, me doy cuenta de que detrás de los anaqueles hay un ancho pasillo al que dan puertas: las oficinas. El ascensor está en el extremo opuesto a la oficina de Nussbaum, o al menos así me pareció a mí, que caminé y caminé y caminé dando casi la vuelta entera al edificio antes de llegar a la puerta 520, que estaba entornada.
A esta altura ya había escuchado muchas cosas de "la Martha". Que es una vieja que hace fitness y anda de minifalda, que es pedante, que no tiene sensibilidad por las realidades fuera de Estados Unidos porque cuando estuvo en India osó escribir un libro sobre la realidad política de ese país sin haberse empapado suficientemente en el tema, que si alguien no se expresa bien ella no hace ni el menor esfuerzo en entenderlo, que no le interesa aprender de los demás y habla de cosas que no sabe lo suficiente, que es inexplicable el éxito que sus libros han tenido. Además, yo la había visto en un video muy reciente en que hablaba caminando con el viento sobre la cara, y su gesto adusto para defenderse de las ráfagas la hacían parecer mucho mayor, y amarga.
Por eso cuando vi la puerta entornada, no supe con qué iba a encontrarme, y el corazón me empezó a latir con fuerza. Me asomé tímidamente, como una ardilla que pone primero la nariz, husmeando, sopesando por el olor y la consistencia del aire la situación que le espera. "Excuse me?". Y una explosión de color tuvo lugar frente a mí. Vi un escritorio lleno de elefantes. Elefantes de porcelana, de cerámica y de madera, de muchas combinaciones de colores, en diferentes tamaños y posturas. Vi un ventanal que daba a la Universidad de Chicago vista desde arriba con sus torres y árboles otoñales y enredaderas. Vi una mujer muy delgada, vestida en vivos colores, que, de espaldas a mí con las manos sobre un teclado de computadora, había girado su rostro hacia la puerta y me recibía con una amplia sonrisa. "Hi, there! Please, take a seat while I finish writing an email". Finalmente se me acercó mirándome directamente a los ojos, la misma sonrisa hospitalaria, y me tendió la mano "This is Martha Nussbaum", como si yo no lo supiera, jaja. No tenía puesta una minifalda, ni usaba maquillaje grotesco ni el pelo salvaje como una jovencita. Llevaba sí, un vestido de colores fríos, azules, verdes y grises, que le entallaba el cuerpo delgado, y un rato después, como bajaba el sol y empezaba a refrescar, se puso sobre los hombros el saco de un trajecito azul bolita que combinaba con algunos detalles del vestido. Llevaba el pelo un poco más arriba de los hombros, de un rubio muy natural. Y tenía una sonrisa contagiosa y, me gustaría decirlo contra todos los adversarios, bondadosa. Porque hablaba seriamente mirando hacia el suelo a medida que pensaba, pero de pronto recordaba algo y levantaba la vista inesperadamente y se reía, y me contaba una anécdota que resultaba ser una excepción o un nuevo ejemplo de lo que venía diciendo, con una inocencia natural que brotaba sin planearlo. Se había leído con muchísima atención todo el resumen de mi tesis y las preguntas, y me ofreció alternativas a los callejones sin salida que encontró en algunas partes, alentándome en las ideas que estoy desarrollando, y aconsejándome qué cambiar en las que no quería alentarme. Cuando le hablé, me escuchó con atención, la cabeza ladeada a un lado mientras oía y pensaba a la vez, y tuvo la paciencia de oírme tartamudear y luchar buscando las palabras, porque el estrés del día se había quedado con mis habilidades lingüísticas. Me dejó grabarla, por lo que tengo cada palabra del oráculo registrada para volverla a escuchar cuando lo necesite, ja.
En resumen, una maravilla la entrevista. Ahora, lo más cholulo, que como siempre es lo más interesante.
Gustavo me había dado un librillo que una colega le trajo de regalo de la Tate Gallery de Londres. Es un cuadernito artesanal con hojas con renglones. Desde que lo recibió, el cuadernito le ha quemado en las manos de Gustavo. No quería guardarlo intacto, pero no se le ocurría para qué utilizarlo. Hasta que le vino la idea: vamos a usarlo para autógrafos de filósofos. Y el primer autógrafo sería de la Nussbaum. Sin embargo, cuando estuve ahí, me preguntaba "¿Con qué cara le pido un autógrafo? ¡Quedo como la ridícula número 1!" Entonces se me ocurrió la frase matadora y resultó: "It's for my son". La Nussbaum, que ya se había puesto de pie para darme salida, volvió a sentarse con una sonrisa de ternura en el rostro y se concentró en lo que pondría en el librito, ya que supuestamente era para un niño. "He's 16" le dije, para que no escribiera una boludez... "What's his name?" preguntó. Pucha. No había pensado en que me pidiera el nombre. El autógrafo no era para Emiliano, sino para nosotros! "Gustavo", le dije. Entonces ella escribió:
"Hola, Gustavo. Las emociones son percepciones de lo que es valioso e importante en la vida, y yo te deseo una rica y feliz vida!" |
Y esta es la historia de cómo Gustavo finalmente obtuvo un autógrafo de la Nussbaum, que ya se quería ir, a través del engaño de que era para un adolescente interesado en la filosofía. ¡Que después no les venga con el cuento de que son íntimos amigos!
Y para terminar mis quince minutos de fama... ¡me llevó al hotel en su auto! Me preguntó dónde me estaba quedando, y resultó ser que ella vive en un edificio al lado... ¡No lo puedo creer! Anduve en el auto con Martha Nussbaum! No me pregunten la marca, porque saben muy bien quienes me conocen que yo me subo a cualquier cosa (bueno, de gente conocida, no me malentiendan), pero sí sé que estaba impecable y que era automático! Nunca la vi poner un cambio...
Conclusión: NO ES UNA VIEJA QUE USA MINIFALDA. ES UNA LADY.
Y con esto termino la primera mitad de mi viaje y acaba de tener lugar la cosa más importante que vine a hacer.
¡Saludos! (Para los que digan que a partir de ahora no los voy a saludar más...) ;-)
No olvidaré la frase del cuadernito del Tate.
ResponderEliminarTodos ganamos cuando se desmistifican los mitos, y los dioses solo son ellos mismos.
Sin palabras...
ResponderEliminarbeso
fer
Muy bueno el relato de tu encuentro con Nussbaum!!
ResponderEliminarBeso y que continúe así el viaje!!!
Ale
Emocionante!!!!!!
ResponderEliminarEntrañable esta historia!! Gracias por compartirla y ponerle sazón a la filosofía!! Te juro que al final sólo quería ver la foto de los elefantes ja ja ja Nos estás haciendo delirar a todos!!!Beso enorme
ResponderEliminarHola Helena!!! Qué demás!!! Al escribir así es como si todos nosotros estuviéramos viajando contigo!! :-) Es hermoso todo lo que contás, te merecés estar ahí y aprovechar todo, estas experiencias no tienen desperdicio!!! Desde la noche de jazz, el viaje con el que manejaba la van que no se le entendía nada hasta la Martha! Todo es hermoso e invaluable!!! :-) (lourdes no sé como poner mi nombre jejej)
ResponderEliminarDelicioso relato Helena !!!!!!! Me encanta la sencillez y a la vez la profundidad de tu narracion ...!!!!!Kiss..
ResponderEliminarGracias por compartir cada segundo previo a tu subida al Olimpo y cada segundo compartido con LADY Martha Nussbaum! Se puede sentir tu emoción!!! Me maravilla la humildad con que siempre compartes tu sentir y cómo tus seres queridos están siempre contigo. Todas tus narraciones son de una gran ternura, de amor, de compromiso con tus ideas y con quienes te rodean.
ResponderEliminarMuy buen encuentro y relato, graciasss
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