Las fotos son como los fantasmas

Estos son mis abuelos. Me compré un escáner la semana pasada y me he estado entreteniendo buscando fotos viejas para digitalizar. Encontrar ésta representó una sensación especialísima. Ahí están ellos, recién casados seguramente, posando para una cámara en alguna casa de fotos montevideana, donde la gente del barrio iba para inmortalizarse en una instantánea. De estas fotos hay en cada casa antigua. Es típica. Casi una caricatura del ideal. Obsérvenla. Cada detalle está planificado, miren los peinados, la ropa, el pañuelo en el bolsillo del saco del abuelo y el broche en el pelo de la abuela. Ambos miran hacia la cámara, como el fotógrafo les debe de estar pidiendo, sus cabezas se unen en el centro, señal de que conformaban una pareja.
Y lo extraño es que yo los estoy llamando "abuelos" pero en ese entonces ellos tal vez apenas soñaban con ser padres. Tienen esa vitalidad en la mirada de los jóvenes que se llevan el mundo por delante. Sobre todo él. Ya lo he descrito en las "Golondrinas" como un atorrante, quizás un don juan. Quién puede dudar, al ver esos ojos que miran de frente, penetrantes, que supo seducir a más de una chica de pueblo. Pero cruzó el océano para seguir a mi abuela con su semblante seriecito y tímido. Los eternos misterios de quién busca a quién en la vida y por qué razones inextricables. Ella lo aceptó porque había sido abandonada por su primer novio de la juventud. No quiero decir que lo aceptó por despecho, sino que lo aceptó porque alguien más, que había estado primero en la fila, se había hecho a un lado. Si no hubiera sido así, la historia habría sido totalmente distinta. Y no estaría yo, sentada frente a mi compu contando la historia de Ladislava y Jan.
Ellos miran justo a la cámara. Se llevan el mundo por delante, por supuesto; ellos no se resignaron, no tomaron lo que el destino ya les traía preparado, y cruzaron los mares simplemente porque soñaron algo diferente. De ahí salgo yo, y eso, de alguna manera, me llena de orgullo.
Miran a la cámara. Miran y me dicen: "Helcia, ¿qué hacés, sacando nuestros trapitos al sol? ¿Cómo puede ser que tantas personas a la vez estén mirando nuestra foto y conociendo nuestras intimidades?" Me dice Ladislava: "El secreto que te conté acerca de las cartas de mi primer novio no era para que se lo contaras a todo el mundo". Me dice Jan: "Pues consúmanse en la intriga, ustedes dos, pero yo nunca voy a develar ese secreto. Para algo estoy muerto, y a los muertos no se les puede reclamar nada". Y yo me río y les explico, que ya poco importa, porque no fueron personas famosas, ni el destino de ningún imperio dependió de ellos. Unos campesinos que intrigaron por amor y dieron la vuelta al mundo  a buscar el prometido reino muy muy lejano donde brotaba pan y miel de cada rincón, eso fueron nada más.
Sólo que a partir de ellos, yo puedo dar rienda suelta a mi imaginación, y reconstruir mi propio cuento de hadas.

Comentarios

  1. Helciamente emocionante... bello...
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    1. De más que llegaste a este post... Quiere decir que la nueva forma de disponer el blog sirve!

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