¿CUTCSA O AMDET?
Hoy la asociación libre me llevó a cualquier recoveco de mi mente. Y miren dónde terminé. Para empezar, en el cuento que viene más abajo, que protagonizó un amigo muy querido de mi madre, Alfredo Stanevicius, que ya no está entre nosotros y que debería ser recordado por tantas cosas pero yo siempre lo recuerdo por esta anécdota. Por otra parte, me vino una nostalgia terrible por los troles... ¿Se acuerdan de que existían? ¡Sí, existieron! Y su empresa característica fue AMDET. Tan parte de nuestra vida eran que en el liceo se corría un chiste, que muchos de ustedes conocerán, que preguntaba: '¿Qué significa la sigla AMDET? "Artigas Murió Desesperado Esperando El Trole" '. No me lo puedo olvidar. Y arranca sonrisas, no me lo pueden negar...
Bueno, aquí viene la anécdota del querido amigo de mi madre, que también fue mi dentista...Freddy (Alfredo Stanevicius) y mi madre se conocían desde la niñez, en que bailaban danzas típicas lituanas en el club de la referida colectividad, allá en la Villa del Cerro. Se conocieron como se conocen todas esas generaciones que comparten esa experiencia: íntima pero sanamente, con una intimidad que quien observara de afuera negaría que es sana (demasiada familiaridad entre muchachos y muchachas, epítetos atrevidos y contactos corporales un poco demasiado personales como para inquietar a algún espectador conservador). Pero no era así, era esa confianza dentro de un grupo que se conocen desde el nacimiento cada gesto y mirada, como para saber a la perfección si el otro está triste, o guarda un secreto. Se contaban todo, y los muchachos acompañaban a las muchachas caminando a sus casas del Cerro a la salida de los ensayos, andando bien despacito, para que el momento de cuchicheo y guaranguería no se acabara nunca. Entre las cosas que él le contó a mi madre y que ni ella ni yo pudimos olvidar jamás, está el hecho de que él nunca fue bueno para el idioma francés. Antes, francés era una materia obligatoria en el liceo. Yo también la sufrí. Ahora, estas anécdotas pasaron a la historia... Yo también fui muy mala para el francés, pero nunca permití que me obsesionara. Con Freddy fue distinto. Se mataba estudiando para los escritos e incluso todas las clases, pero pronunciaba espantosamente mal, y tampoco sabía reconocer los fonemas en las palabras que la profesora le decía, por lo que nunca estaba seguro de qué era lo que le estaba preguntando. La única frase que tenía clara era: "Je ne comprends pas". Con esa salía de paso, porque por lo menos la profesora interpretaba sus buenas intenciones de participar y su esfuerzo en utilizar el idioma, y le perdonaba la nota.
La anécdota que les prometí sucedió un día en que Freddy fue a comprar sus boletos de estudiante. Se acerca a la mujer que lo mira detrás del mostrador, le extiende su carné de estudiante con la foto y el tambor donde iban los boletos arrolladitos (¿se acuerdan? Ahora tampoco existen más).
Le dice "cincuenta boletos" y se dispone a abrir la billetera para sacar el dinero. Entonces escucha, como venida del infierno, la voz de la mujer que le pregunta algo en francés: "Cusandé?". Freddy enrojece, se pregunta cómo es posible que la maldición de ese idioma lo persiga hasta en sus diligencias cotidianas, y automáticamente larga la única frase que siempre lo había sacado de apuros: "Je ne comprends pas". La mujer lo mira incomprensiblemente. "¿No sos uruguayo?" "Sí" responde Freddy, más aliviado ante una pregunta en español. "Entonces, pedazo de abombado" la mujer mastica las palabras con desprecio, intentando ser clara pero evidenciando su fastidio, "te pregunté si vas a comprar boletos de CUTCSA o AMDET." "¡Ah! De CUTCSA." Recibió el rollito, pagó, y con su timidez huyó torpemente de la oficina, donde se encargaría de no volver más y comprarlos en cualquier otro sitio de Montevideo.
Esa anécdota se la contó a mi madre, porque ambos eran tan tímidos que él sabía que ella no se iba a reír sino a solidarizarse con su vergüenza. Yo no quiero olvidarla, por eso la cuento aquí...
Freddy fue un artista, pintó, grabó en madera, imprimió diseños sobre tela y esculpió muchas de las obras de arte que se encuentran en las casas de sus amigos a quienes él regalaba cada tanto. Al fallecer, la Lituania del exilio perdió a una gran persona.
Pero yo no sé hacerle otro homenaje más lindo, a mi entender, que contar este cuentito sobre los boletos y su miedo al francés...
Bueno, aquí viene la anécdota del querido amigo de mi madre, que también fue mi dentista...Freddy (Alfredo Stanevicius) y mi madre se conocían desde la niñez, en que bailaban danzas típicas lituanas en el club de la referida colectividad, allá en la Villa del Cerro. Se conocieron como se conocen todas esas generaciones que comparten esa experiencia: íntima pero sanamente, con una intimidad que quien observara de afuera negaría que es sana (demasiada familiaridad entre muchachos y muchachas, epítetos atrevidos y contactos corporales un poco demasiado personales como para inquietar a algún espectador conservador). Pero no era así, era esa confianza dentro de un grupo que se conocen desde el nacimiento cada gesto y mirada, como para saber a la perfección si el otro está triste, o guarda un secreto. Se contaban todo, y los muchachos acompañaban a las muchachas caminando a sus casas del Cerro a la salida de los ensayos, andando bien despacito, para que el momento de cuchicheo y guaranguería no se acabara nunca. Entre las cosas que él le contó a mi madre y que ni ella ni yo pudimos olvidar jamás, está el hecho de que él nunca fue bueno para el idioma francés. Antes, francés era una materia obligatoria en el liceo. Yo también la sufrí. Ahora, estas anécdotas pasaron a la historia... Yo también fui muy mala para el francés, pero nunca permití que me obsesionara. Con Freddy fue distinto. Se mataba estudiando para los escritos e incluso todas las clases, pero pronunciaba espantosamente mal, y tampoco sabía reconocer los fonemas en las palabras que la profesora le decía, por lo que nunca estaba seguro de qué era lo que le estaba preguntando. La única frase que tenía clara era: "Je ne comprends pas". Con esa salía de paso, porque por lo menos la profesora interpretaba sus buenas intenciones de participar y su esfuerzo en utilizar el idioma, y le perdonaba la nota.
La anécdota que les prometí sucedió un día en que Freddy fue a comprar sus boletos de estudiante. Se acerca a la mujer que lo mira detrás del mostrador, le extiende su carné de estudiante con la foto y el tambor donde iban los boletos arrolladitos (¿se acuerdan? Ahora tampoco existen más).
Le dice "cincuenta boletos" y se dispone a abrir la billetera para sacar el dinero. Entonces escucha, como venida del infierno, la voz de la mujer que le pregunta algo en francés: "Cusandé?". Freddy enrojece, se pregunta cómo es posible que la maldición de ese idioma lo persiga hasta en sus diligencias cotidianas, y automáticamente larga la única frase que siempre lo había sacado de apuros: "Je ne comprends pas". La mujer lo mira incomprensiblemente. "¿No sos uruguayo?" "Sí" responde Freddy, más aliviado ante una pregunta en español. "Entonces, pedazo de abombado" la mujer mastica las palabras con desprecio, intentando ser clara pero evidenciando su fastidio, "te pregunté si vas a comprar boletos de CUTCSA o AMDET." "¡Ah! De CUTCSA." Recibió el rollito, pagó, y con su timidez huyó torpemente de la oficina, donde se encargaría de no volver más y comprarlos en cualquier otro sitio de Montevideo.
Esa anécdota se la contó a mi madre, porque ambos eran tan tímidos que él sabía que ella no se iba a reír sino a solidarizarse con su vergüenza. Yo no quiero olvidarla, por eso la cuento aquí...
Freddy fue un artista, pintó, grabó en madera, imprimió diseños sobre tela y esculpió muchas de las obras de arte que se encuentran en las casas de sus amigos a quienes él regalaba cada tanto. Al fallecer, la Lituania del exilio perdió a una gran persona.
Pero yo no sé hacerle otro homenaje más lindo, a mi entender, que contar este cuentito sobre los boletos y su miedo al francés...
Helcia, que linda manera de escribir...me encantó. Acá en Vilnius tenemos aun trolebuses algunos parecen de la época en mención pero la flotilla vá cambiando por unos modernos preciosos. Otras ciudades más grandes como la vecina Riga, tienen además tranvías (me encantan)
ResponderEliminarTenemos también omnibuses.
El trolebús es mi medio de transporte diario al trabajo y te cuento que las paradas son cada casi 4-5 cuadras (más vale no pasarse)y en cada una de ellas está el cartel con el número y el horario en el que pasan por dicha parada, de lunes a viernes, los sábados y los domingos y feriados. Y lo mejor de todo es que realmente pasa a la hora EXACTA que allí se menciona.
Qué buena información, Marisa!!! Me encanta! Pensar que acá los omnibuses son tan poco confiables... impuntuales, van llenos y no paran... sucios... habría que volver a los queridos "troles"!
ResponderEliminarFuente de la foto: Trolebuses de Montevideo http://trolebusesmontevideo.tripod.com/portada.html
ResponderEliminarMuchas gracias, Esteban! Como la foto ya viene "firmada", no me preocupé por poner el sitio web, pero sí, claro, corresponde!!
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