Road movie 2014, episodio 1

(Advertencia: Estos relatos van a ser "en diferido" porque escribo donde puedo y subo también desde donde puedo! ¡Ahí van con todo mi amor!)

¿Podría haber imaginado este viaje hace 2 años?  No. Me despide esta maravillosa luna llena de otoño. La primera luna después de 40 días desde el Carnaval. Por eso estamos en Semana Santa. Así me lo explicó mi hijo hace unos días, y entonces hoy, camino al aeropuerto, le saqué una foto a la luna llena, que ahora sé lo que significa.
Pero esta luna, sabiendo o no lo que significaba, yo la conozco desde que tengo memoria. Mi destino en este viaje no. Michigan. Sí, claro, cuando era profe de inglés sabía que allí se corregían los exámenes de la Alianza. Pero que alguna vez tendría una razón para ir allí, no me lo podía imaginar.
Un doble propósito. Ir a estudiar a la Universidad de Michigan, sí, no inglés, sino sobre la educación de las emociones. El propósito secundario, pero para mí más importante según me lo dicen las entrañas, conocer a Zygmunt, primo hermano de mi padre, con el que hace más de un año y medio hablo por Skype. Yo no esperaba llegar tan lejos. Hace casi 3 años quería escribir sobre el pueblo donde nacieron mis abuelos, contacté a alguien que en un blog de viajeros decía que había estado allí, resultó ser una canadiense cuyos ascendientes también vivieron en el pueblo, y tenía datos sobre mi familia. Claro, no es raro. Un pueblo que en su origen estaba conformado por 40 familias, no podía desconocer a una del originario clan. Probablemente, en épocas inmemoriales, todos fuéramos de la misma raíz. Entonces me contactaron con Antoni, el sobrino de mi abuelo, sólo 10 años menor que él, que estuvo presente en la fiesta de despedida, cuando el loco más loco de la familia decidió irse tras una mujer a Uruguay. El problema es que Antoni vive desde hace muchos años en Estados Unidos, sí, pero en un pueblo de inmigrantes polacos donde nunca tuvo la necesidad de aprender inglés. Tampoco usa computadora, mucho menos internet, y me escribe su hijo, quien tiene un inglés muy malo además de pocas ganas de saber de mí.
“El amor es más fuerte” dice una canción. El viejo Antoni, de 92 años, sabe que no le queda mucho tiempo, y sabe que si espera por su hijo se le puede ir la vida, literalmente, tratando de contactarme. Y él quiere saber de mí. Mi abuelo era el más joven de sus tíos, le enseñó a andar en bicicleta y lo llevaba a caballito sobre su espalda por las callecitas del pueblo. Le perdió el rastro. Claro que quiere saber de mí. Entonces llama a Zygmunt, su primo de 68 años, que también vive en Estados Unidos y sabe inglés, porque llegó ahí por un contrato de trabajo en la General Motors. ¿Adivinan? En la ciudad de Detroit, “la ciudad de los autos” le dicen, en el estado de Michigan, cerca de la Universidad que yo todavía no sabía que un día visitaría, ni tenía mucho interés en hacerlo.

Zygmunt, ahora jubilado, muestra un interés inusitado en conocerme. Me escribe, me invita a comunicarnos por Skype. Lo hacemos semanalmente. Él sabe de mí y le cuenta por teléfono en idioma polaco a Antoni. Ya hace de eso más de un año y medio. En ese tiempo yo visité Polonia, en especial el pueblo, acompañada por familiares con los que él me contactó. Se preocupó por ese viaje como si fuera su propia hija. En ese tiempo murió mi padre. En ese tiempo me salió la oportunidad de hacer una estancia de investigación en la Universidad de Michigan, y él me ofreció quedarme en su casa. También me prometió que, si yo iba con tiempo, me llevaría durante 12 horas de viaje hasta Massachussets, al pueblo donde vive Antoni, para que le dé un abrazo. Antoni tiene ahora 94 años, y podría habérsele ido la vida antes de verme, pero no será así. Ahí voy, hacia un destino que no habría imaginado hace 2 años, hacia un destino al que mi padre, si viviera, querría acompañarme. No puede, pero va conmigo. Ustedes entienden. Mi padre va conmigo.

Comentarios

  1. Qué lindo! Qué emocionante! Todo lleva a que las personas se vuelvan a reencontrar en distintos tiempos, a vincular, algo siempre los relaciona para que se vuelvan a encontrar en distintos tiempos como dije, o en distintas vidas, segun como se tome.

    ResponderEliminar
  2. Madre mía Helena tu historia es increíble. No me digas, justo donde puedes estudiar sobre la educación de las emociones es en el estado donde vive parte de tu familia? Es que resulta increíble. Tú me haces creer en que todo pasa por algo. No me pienso perder ni un capítulo de tu viaje ;-)

    ResponderEliminar
  3. Mi querida Helcia...
    muy emocionante...
    espero que ese abrazo sea el abrazo a todos tus ancestros, a toda tu historia, a toda tu vida y puedas darle el cierre de amor que merece. Siempre creíste que tu familia era pequeña y resulta que son muchos por el mundo, un mundo que si uno lo observa con la debida perspectiva del avance en el transporte y las comunicaciones, es , hoy por hoy, un pañuelo.
    Ahí está toda tu historia, todo lo que tenes en tus genes, historia que sabes porque la imaginas, porque te llegó de cuentos de abuelos, etc... pero que vas a hacer tangible. Es hermoso!
    Claro que tu padre va contigo
    Gustavo, Emi y Leo van también
    Y yo ahora me subo al tren de los recuerdos
    te quiero mucho
    fer

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El por qué de la alondra y el ruiseñor

El cementerio del Cerro