Historia de una mente enferma
Detalle de Alegoría con Venus y Cupido (1540/45) de Agnolo Bronzino Cuando conoció a María Luisa, Antonio sospechó que se perdería con ella. Nunca le había ocurrido eso. Había creído conocer el amor con su primera novia, la sonriente Angélica, cuya voz recordaba a un cascabel navideño, y siempre estaba alegre y juguetona. Era bajita y morocha, con una naricita que fruncía con picardía cuando estaba a punto de soltar un chiste, y era profusa en abrazos y besos. A él le había gustado en la etapa en que descubrió su naricita y sus ojitos que se llenaban de lágrimas tanto por risa como por sensibilidad exacerbada, pero lo enloqueció cuando sus besos se fueron haciendo más apasionados, y su lengua exploraba terrenos en que la boca de él había permanecido virgen. Había algo de enfermo en lo que sentía por Angélica, él lo presentía, pero no pudo detenerse para reflexionarlo y hacer un alto, o entregarse al gozo. Les había encantado al comienzo del noviazgo ir al cine; de hecho, esa