Road movie 2014 - al estilo impresionista IV - Demasiado pronto


Generalmente a las personas se las conoce a lo largo del tiempo. Uno casi ni siquiera piensa en que las está conociendo. Los ve actuar, hacer gestos, hacer chistes o fruncir el ceño, preocupados por algo muy serio pero imperceptible para otras personas (y eso los hace grandiosos), o algo muy trivial (y eso los hace estúpidos), y nos vamos haciendo una idea del carácter. Después, nos  cuentan historias de su vida. Vemos ahí, también sin darnos cuenta, si sus historias se focalizan en señalar “la paja en el ojo ajeno”, o están llenas de compasión y buenos sentimientos. También tendemos a juzgar mejor los actos egoístas de alguien que ha sufrido mucho, si nos da la oportunidad de descubrir su lado vulnerable y ver que en realidad ha sufrido mucho. En fin. Tras unos meses, o tal vez años, uno después de esto puede decir que conoce a una persona.

El problema está cuando uno está convencido de que la persona es relevante, quiere conocerla contra viento y marea, y sólo tiene unos días. Digamos, más precisamente, 14 días. Es algo raro, que pasa pocas veces en la vida. Un ejemplo puede ser el de los enamorados. Amor de verano a primera vista, saben que durará poco, y en 14 días intentan absorber todo lo posible de ese otro ser prodigioso. 

Otro ejemplo es lo que me está pasando a mí. Vengo a conocer un primo hermano de mi padre y su familia que hace 2 años no sabía que existía. Es relevante porque son los últimos contactos con vida de la generación de mi padre con los que puedo comunicarme. Los demás están en Polonia y hablan sólo polaco, y yo no…  Hay misterios en la familia. Misterios para mí, que no sabía nada de ellos, y cuando comencé a indagar encontré un árbol genealógico inmenso, de personas que ya murieron y otras que nunca llegaré a conocer, por los lugares distantes que viven y el idioma que hablan; pero también secretos bien guardados que provienen de los orígenes de nuestra “estirpe” (¿?) y que ninguno conoce con certeza, y flotan en el aire, cuando el alcohol comienza a hacer sus efectos en las reuniones, conjeturas dignas de una novela (que es lo que planeo escribir). 
Además están las otras historias. Las historias personales, las que marcaron las bifurcaciones de las vidas de cada uno. Entonces ellos me cuentan sobre cuando se conocieron, que ella tenía el pelo oscuro y unos ojos muy celestes, como los tiene ahora, y que él se enamoró a primera vista. Ella también, parecería, pero no habla mucho, porque tiene un carácter parco, que me recuerda a mi abuela, que dice lo que tiene que decir cuando lo tiene que decir, y nada más, no anda con vueltas, y creo que no le gusta andar ventilando sentimentalismos. Pero él tantas veces me ha dicho “ella me pareció tan hermosa”, “no podía vivir sin verla”; él tiene un romanticismo de caballero de cuentos. Así como son ahora, parecen haber sido toda la vida. Me cuentan que cuando descubrieron que eran primos lejanos, ella lo fue a despedir a la estación de tren de la que él partía al servicio militar, y lo miró a los ojos y le dijo: “Ya no nos veremos más”. Y él se quedó frito, ahí parado, el tren se iba y tuvo que subir, y él la describe hoy día con su tapado blanco corto, porque era el tiempo de la primavera, y ella se ríe y le dice que ni se acuerda de ese tapado ni de ese momento.
Luego, un sacerdote que les bendice la unión, porque el padre de él había hecho trabajos de albañilería importantes para la iglesia “y le debían favores”; el casamiento, el trabajo y los hijos, la mudanza a Estados Unidos y el esfuerzo, cargando con todas sus posesiones y dos hijos chicos, el decidir quedarse, la universidad de los hijos, el casamiento del hijo mayor.

Todo eso compartimos en más o menos 14 días. Todo concentrado, como en un extracto. Puedo decir que los conozco bien, que vi frente a mis ojos, como en una película, todo su pasado. La mirada autoritaria pero sin tomárselo demasiado en serio de ella, en las fotos de joven, pero que sigue siendo la misma; la boca pícara semisonriente de él, en sus fotos de joven, pero que sigue siendo la misma. De hecho, creo que siguen teniendo la misma relación de cuando se conocieron: ella lo rezonga, con el tono de una madre al niño que se porta mal, y él pone cara de niño descubierto y cómicamente se acerca y la abraza. El enojo de ella se desarma, como un castillo de naipes con un soplido, y también se ríe, y le pega torpemente para que la suelte, pero él no la suelta, y se ríen los dos. Me los imagino iguales a los 18 años, cuando se conocieron.

Sólo que, en esta historia en cámara rápida, como esas películas antiguas, de repente ellos ya tienen 70 años, y están por cumplir 50 años de casados. Entonces se puede mirar atrás en la película y pensar que la desesperación de él cuando creyó que ya no la vería no tenía mucho sentido porque pronto en un futuro cercano que él no imaginaba, ella sería suya para siempre, por los próximos 50 años. Y se puede pensar que el día en que se fueron, envueltos en la nube oscura de la preocupación y la ansiedad, a Estados Unidos, soñando con el día en que volverían a su casa en Polonia, que dejaron intacta, no deberían haberse sentido así, porque de hecho iban hacia la tierra donde más tarde decidirían que allí probablemente descansarán sus huesos. Pero entonces pienso, ¿ya? ¿Ya 70 años? En estos días los vi mirarse por primera vez con deseo, los vi soñar con el primer hijo en la panza, y ¿ya están en la última cuarta parte de sus vidas? ¿Tan corta es una vida humana?


Y me da miedo, porque yo también tengo ansiedades que resolver, pero sé que un día no muy lejano tendré dolores en las articulaciones, y se me hincharán las piernas en verano, y me reiré de estas ansiedades presentes. Y ya estaré por irme. Y me parecerá demasiado pronto.

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