Claustrofobia

El grito - Edvard Munch
A veces me encuentro con esa mujer. Porque me da lástima. Me dice alguna gente que hago mal, que no tengo que verla más. Otros me dicen que hago bien, que mi naturaleza compasiva me será alguna vez recompensada. La mujer me da lástima porque vive sola. Vive cerca de mi casa, y por lo tanto no debería costarme tanto trabajo ir a verla.
Pero no me hace bien ir a verla. Le llevo unas fotos de mi viaje, y se aburre pronto, frustrando mis ganas de ver las imágenes una vez más, mostrárselas a alguien una vez más. Me interrumpe diciéndome: "Es muy interesante, pero tengo algo más urgente... Tenés que hacerme las cuentas de las facturas que pagué, porque quiero estar segura de que no haber perdido plata en alguna distracción". Le hago las cuentas con la calculadora de mi celular, enternecida porque supongo que a su edad ya se entrevera con las cuentas, y yo soy una especie de "experta" que le presta gratuitamente mis servicios. Eso me hace sentir bien. Pero ella duda del resultado de mi calculadora, trae otro papel escrito a mano, de otra habitación. Al parecer, ya tenía las operaciones hechas. "A ver, a mí la suma me había dado $.... ¿A vos cuánto te da? Ah, sí, es lo mismo".
Mis fotos han quedado olvidadas. No importa.
Me dice "contame algo lindo". Le digo que probablemente vengan familiares del exterior, su primera vez en Uruguay, entusiasmo mutuo, ellos por conocer, nosotros por mostrar. Ella se lleva una mano al pecho "Ay, seguramente van a pretender quedarse en tu casa. Sugeriles, como quien no quiere la cosa, que les vas a buscar un hotel, así se dan cuenta de que vos no los podés recibir". Le explico que la invitación fue mía, que ya los invité a mi casa. Entonces ella suspira y dice "Ustedes son jóvenes, ahora es otro mundo, no se hacen problema por nada". Luego, "Pero si van a comer en tu casa no les aceptes plata, queda feo que las visitas paguen". La miro y ya no le digo nada. Esta mujer no me conoce. Cree que soy muy pobre o muy miserable. Pero la próxima vez que la veo y me pregunta, le digo que se suspendió el viaje de los familiares. Es mentira, pero no quiero seguir escuchando cosas que me indignan.
Me pregunta si sigo con la gimnasia. ¡Sí! Cada semana voy más veces. Es increíble, pero el cuerpo se acostumbra y pide más. Me mira con tristeza, con cierta envidia, creo leer en sus ojos, y me dice que ella nunca hizo gimnasia porque se dedicó a los hijos y al marido, no quedaba tiempo. Y ahora, que tiene todo el tiempo del mundo, con los dolores que siente por todo el cuerpo, ya no puede intentarlo.
Luego saca el tema del matrimonio igualitario. Me dice que es una vergüenza que se autorice por ley una depravación tal. Ella sabe (pretende olvidar?) que yo escribí varias cosas sobre diversidad sexual, y que mi idea es totalmente opuesta. Trato de explicarle con relativa suavidad (en relación inversamente proporcional a la fuerza de los latidos de mi corazón indignado), pero ella me interrumpe: "Ya sé que pensamos distinto, así que cambiemos de tema", y yo me quedo con la espina clavada en la garganta.
Un día no pude ir a verla, y ella me esperaba, vaya uno a saber por qué. Sé que fue a verla un vecino, porque me lo encontré por la calle y me lo contó. Ella le hablaba sólo de mí. Le decía que estaba muy sola. Él le decía, "pero yo estoy acá con usted". Pero ella se hacía la sorda. Miraba para el costado y decía "ella trata, en lo posible, de no venir a verme". Ese mismo día la llamó una amiga para ir a tomar algo a una cafetería de ahi cerca. Lo sé porque su amiga me lo dijo en un mensajito por facebook. La mujer le contestó que no, que no se sentía bien, que lo dejaran para otra oportunidad.
Ese mismo día el teléfono sonó muchísimas veces en mi casa. Pero yo no estaba. Lo supe después, cuando volví y encontré en el contestador automático varios mensajes con diferentes tonos de voz: los primeros como de animalito indefenso, luego un poco más irritados, al final enojados, a lo último era casi una amenaza. No sé con qué amenazaba, porque a este último lo borré sin llegar a terminarlo. La cuestión era que yo había salido en una tarde en la que ella había supuesto que yo pasaría a verla, y no le contestaba el teléfono. Su enojo presuponía que yo estaba en casa y escuchaba el teléfono, pero no le respondía. Yo no hago esas cosas, pero claro, ella no me conoce.
Dice un amigo psicólogo que tengo que cortar con esa relación que yo misma alimento. Que la estúpida soy yo, por ir a verla, y sobre todo, por no expresarle mi enojo ante las cosas que me molestan; tal vez si me enfurezco y se lo digo, ella decidirá que después de todo no soy tan buena compañía. Parece que su hijo hace eso, y por eso ni lo molesta.
Pero yo le tengo lástima. Y además estoy absolutamente perdida en el mundo de los deberes y las obligaciones. No sé qué hacer, aunque me esté destruyendo por dentro, porque esta mujer es mi madre.


Comentarios

  1. Creo que la respuesta de tu amigo psicólogo es muy facilista... es de alguien que ve la cosa de afuera... como vos decís: "esa mujer es mi madre". Helcia, tu madre fue así siempre, nada más que la cosa con los años ha empeorado, pero te ha hecho cosas muy fuertes... y que en definitiva si ya no rompieron y terminaron completamente con la relación entre ambas, ahora tampoco la vas a poder romper... por qué? porque vos sos una persona sensible, que siente empatía total con el que sufre... y tu madre, lamentablemente, sufre porque no sabe vivir de otra manera.
    Y vos que vas a hacer al respecto? abandonarla y que un día te llamen porque cayó muerta en la casa y los vecinos se pusieron nerviosos porque salía un hedor insoportable? cómo vas a vivir con eso después? cómo vas a mirar a tus hijos?. Vos ya sabes que con eso no vas a poder vivir feliz tampoco.
    El psicólogo amigo tuyo creo que no tiene ni idea lo que es este problema o tiene una hermana que hace las cosas por él con su madre, como el tuyo, que se fue a vivir bieeeennnnn lejos... fácil, así se resuelven todos los conflictos...
    Para mí el tema pasa por poder manejar la propia ira, lo que ella te provoca, lo que repercute de ella en vos, eso que hace eco... y trabajar eso es sumamente difícil, implica un trabajo inmenso, una terapia larga, profunda, que vaya al centro de tu ser y al vínculo con ella...
    Ella está ahí, y vos no vas a poder dejarla tirada... lo sé... a vos te afecta un niño sufriente al otro lado del mundo y lo pones en el face... no vas a poder hacer eso...
    Así que esto tiene que pasar por vos.
    Un abrazo,
    te quiero mucho y te entiendo más...
    tu amiga
    Fer

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