De madres e hijas
Mi abuela materna, en cuyo honor llevo mi nombre, era lituana de origen. Vivía con mi abuelo, polaco él, en la Villa del Cerro de Montevideo como la mayoría de los gringos provenientes de Europa del Este . Esta es la historia de su muerte. Perdón si los entrevero entre tanto "mi madre" y "su madre". Es que las historias de las generaciones, al mejor estilo de Esquilo, están imperiosamente entretejidas. María Teresa, mi madre, nunca le perdonó a mi abuela que no se cuidara la salud, yo estoy segura, pero nunca se permitió decírselo a nadie, y a mi abuela, menos. Mi abuela era gordísima, así me lo contó mi madre, y así es evidente en las numerosas fotos con las que me tropezaba cada tanto tiempo cuando aún vivía con mis padres. Era una mujer imponente, con una cara anchísima y cuadrada, con un par de ojos severísimos mirando fijamente a la cámara desde detrás de un par de anteojos, la boca pequeña y rígida, nunca dejaba entrever ni un esbozo de sonrisa. Per