Luz que calma - Nora Pons, por Teresa María Urbina

Inauguro hoy una posible serie de publicaciones a las que presto con gusto este blog. A raíz de la crisis sanitaria que atravesamos hoy mismo, es sano dirigir nuestras miradas a rinconcitos de luz que nos permitan viajar un poco más lejos, al arte y su posibilidad de hacernos soñar.
Comenzamos hoy con esta preciosa reseña sobre una escritora uruguaya no muy conocida y sin embargo muy destacable, Nora Pons, por nuestra amiga en común, la también extraordinaria escritora Teresa María Urbina.




Conocí a Nora Pons en la entrega de premios de un concurso organizado por la Fundación Lolita Rubial- Editorial Banda Oriental: una mirada inteligente, un rostro hermoso, una sonrisa hospitalaria que te invitaba a acercarte y te acercaba. Había obtenido una Mención Especial con su historia “El Baúl”, que nunca fue publicada.




Su primer apronte fue disponer en el baúl lo que consideraba imprescindible para su nueva vida. Ahí adentro guardó todo lo que quería llevar, lo material pero también sus afectos y sus amarras al pasado. Se irían con las pertenencias que lo acompañarían de por vida, aunque no eran muchas, también las añoranzas que le fueron tan pesadas.
(El Baúl)




Ya había recibido otra Mención Especial en el concurso “Cuentos para nuestros nietos”, con el relato “El llamado de la naturaleza”, este sí publicado, y también “Por una Pelea”, Mención en el “Concurso 150 años de la Salud en el Uruguay”, organizado por el Hospital Británico, “Una recalada obligada” y “La barca de Frank” en 2009 y 2011 respectivamente, ambos concursos literarios del Club Naval. Y el libro Hospitales y Hospitalidad, editado por la Editorial Dos Puntos, una reseña detallada e ilustrada de los hospitales uruguayos y su calidad de humanización desde la época de la colonia hasta 1930, en cuyo prólogo Nora expresa el sentimiento de unidad entre su vocación de arquitecta y la realidad de la vida hospitalaria en nuestro país.


Y más escritos, crónicas de viajes y autobiográficas, como “Un rancho sobre el mar”, “Contrapunto”, “Viaje con Duendes”, “Diario de Viaje 2011”, “Cronología desprolija de una familia andariega” y “Los duendes de la casa donde vivo”.
Temas de investigación, variados y siempre interesantes, como “El Lazareto de la Isla de Flores- La antesala obligada”, un vídeo que se puede encontrar en Youtube y que vale la pena conocer:


Los enfermos deambulaban perezosamente sin tener obligaciones ni incentivos para distracción. Acodados, los más pasivos, en las barandas de las galerías, mascullando los más intransigentes por una estadía casi siempre sin retorno.


Y están “Más libre que un pájaro”, “Viajes Paralelos” y “La historia de Lola” y “Heredarás el vino” por si no fuera suficiente. 

Fuimos tejiendo a lo largo de los años el entramado de nuestra amistad. Emails, llamadas telefónicas, encuentros. Nos fuimos descubriendo por lo que escribíamos y por lo que vivíamos; por las charlas y por los silencios. Nora y Quique viajaban y cuando lo hacían, recibía al retorno el relato de sus andanzas como un viaje que habíamos compartido: los caminos, el viento en el rostro, el mar, la tierra mezclándose con el sudor y la risa; el pan cortado sobre un mantel en el pasto, el vino, la indiferencia de las multitudes de los aeropuertos, las dunas, los trigales.

Continúo sin consuelo ante la omisión de publicaciones de Nora Pons. Si bien es cierto que las buenas historias nunca han de sobrar, también es verdad que duele la flagrante ausencia de algunas.
Los relatos de Nora han de ser leídos sin olvidar su profesión de arquitecta – por su condición de casa - y recordando la reverencia con que se bebe una copa de buen vino, lo que rinde honor tanto al vino como al que lo sirve, bebida ineludible del caminante. Porque en sus escritos, Nora es el vino que reconforta, pero también el hogar; un hogar que va hacia adentro de nosotros y hacia afuera, convirtiendo al mundo en un hogar más grande, porque lo describe ancho, pero no ajeno, como lo puede ser una casa que alberga una familia. Así es Nora y así es Quique, su compañero de toda la vida: los dos viajeros incansables y entrañables, casi imposibles pensarlos por separado. Y así son sus hijos. Y lo serán seguramente sus nietos.

Los escritos y la vida de Nora son casa hospitalaria y viajes de descubrimiento. En el griego, hospitalidad se dice filoxenía, que significa literalmente cualidad de acoger, agasajar con amabilidad y generosidad y la etimología de la palabra viaje proviene del catalán: significa camino. Alteridad, como el principio de cambiar la propia perspectiva por la de otro – viajando y cobijando – considerando y teniendo en cuenta el punto de vista de quien opina y el descubrimiento que el “yo” hace del “otro”. Si hay voluntad de alteridad, habrá una voluntad de respeto y empatía. Por eso, en sus crónicas viajeras, a menudo Nora se interna en el detalle donde, más que relatando, está instruyendo al viajero que decide lanzarse al camino como un medio de conocerse a sí mismo.


Uno se debe a sí mismo, a lo que piensa y a lo que siente. Estés en donde naciste o en donde elegiste vivir.





Las acuarelas de Nora refuerzan su escritura, conjugan la condición de casa con la condición de caminante, con el mar, el cielo y el hogar. Nora escribe como dibuja. 













Y, como nunca pude separar la música de la palabra, viene a mi memoria alguna canción de LaBaq, que nos dice que cada uno puede ser su faro, su hoguera, su estrella plateada, y que las fronteras se rompen con la luz que calma, la luz que nos deja ver.






Teresa María Urbina

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