Extraña conversación fuera de tiempo y espacio

Cuando ella entró en el bar, él ya la estaba esperando, igual que la primera vez. Le costó un poco localizarlo, porque se había dejado la barba y el pelo se le había encenizado de canas. Pero era el único hombre que estaba sentado solo y el único que la miraba fijamente con una semi-sonrisa socarrona en el rostro. Ya no la miraban así. Ella se acomodó instintivamente el pelo detrás de las orejas, como hacía años atrás, cuando aún lo llevaba largo, pero ahora los mechones cortos y rebeldes –las canas, aun bajo la tinta son como viejas empecinadas- volvieron a encresparse como las patillas de un gato. No importa, pensó, qué más da.
Se le sentó en frente. Buscó en el aire su penetrante olor a cigarro, pero el tiempo había pasado y ya no dejaban fumar en lugares públicos cerrados. Aquel gesto seductor sobre una taza de café quedaría para otras intimidades, que ellos no volverían a tener. Él le tomó con la punta de los dedos la punta de los dedos de ella.
-Ya no te comés las uñas – dijo, como si fuera un saludo.
- Y vos adelgazaste… un poco.
- Es que ya no se me forma el cayo sexual.
Se rieron. Él solía decir que lo que tenía no era panza, sino un gran cayo que se le había formado del rozamiento de los incontables contactos carnales. Ninguno había sido con ella.
- Tus hijos, ¿todo bien?
Y se internaron en una charla como las de antes, apasionada y penosa, resignada y rebelde, sobre lo que les había deparado la vida y ellos no habían planeado. Habían seguido por siempre el camino de lo que debía ser. Matrimonio, hijos, trabajo. Lo único que no debían ser eran ellos mismos, su entrañable contacto, sus charlas insólitas. No por aquello de que sea inmoral tener un amante. Al contrario, esas eran cosas que la sociedad también había integrado. Matrimonio, hijos, trabajo, amante. Hubiera sido parte del macabro plan, del vulgar designio de una sociedad enferma. Pero un amante con el que se hubieran intercambiado innumerables besos y ninguna desnudez, incontables charlas desde la imperfección de cada alma y ningún halago mundano, eso sí que les pertenecía sólo a ellos. Contra todo, ellos tenían un amante que a la vez era el amigo, y eso no es para cualquiera.
- Qué atractivo que estás.
- ¿Después de tanto tiempo?
- Es que yo nunca te quise por nada de eso por lo que la gente quiere. Nunca me fijé en la marca de tus camisas, ni siquiera el color, si te habías afeitado o no. Eso sí, debo admitir, me fijaba mucho en el gesto tuyo al fumar y en tu risa, en tu forma de pronunciar ciertas palabras y esa mirada de soslayo con esa picardía, y ese perfume que aún guardo en el fondo de un frasquito… Sobrevive, ¿sabés? Porque son cosas que supongo que no se pierden con el tiempo. Yo no te veo corporeizado; ahora mismo si cierro los ojos no sé decirte exactamente para qué lado tenés peinado ese mechón tuyo.  Pero siento el calor que nace de tu pecho, ahora mismo, a un metro de distancia, puedo sentirlo. El calor de tus palabras, que nunca dejaron de darme ánimos. El calor de tu risa, que hace que todo parezca más liviano.
Se quedaron un poco en silencio. Él bajó la mirada, notoriamente ruborizado.
-Yo te iba a preguntar lo mismo –siguió ella-; si con el pelo corto, y estas patas de gallo, aún me seguías viendo linda.
-Es que sos como la tierra. No hay tierra linda o fea, es solamente un lugar donde plantar semillas de cosas que soñamos y verlas crecer. Contigo he soñado varias noches, me he ilusionado pensando lo que ibas a responderme si te dijera tal o cual cosa que me he imaginado. De hecho, sos igual que la tierra, en la que uno planta una simiente, sueña con la flor y, aunque no la obtenga, valió la pena la ilusión que nos mantuvo ideando jardines exuberantes durante un buen tiempo. ¿Cómo puede ser fea la tierra, incluso pasando el tiempo?
-Entonces estamos de acuerdo.
-Siempre estuvimos de acuerdo.
Ella miró el reloj. Siempre, el reloj marcando esas horas que no dejaba de marcar, aunque él se lo rogara.
-Me tengo que ir. Feliz año nuevo.
-Lo mismo para vos, y los tuyos. Hasta cuando seamos algunos años más viejos…

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